CASADOS CON CRISTO
Día 1
Cuando me casé, mi esposa no sabía que yo tenía deudas. Sólo mencionaré una aquí. Era un estudiante que había pasado varios años siendo parte del personal de un ministerio universitario antes de ir al seminario. Debía miles de dólares y no tenía un plan funcional para liquidarlas, además me quedaban dos años más en el seminario. Afortunadamente para mí, mi prometida había trabajado de continuo y había ahorrado una buena suma de dinero. El día que dijimos “Sí acepto”, fue un día muy importante por varias razones. Entre ellas estaba el hecho de que mi deuda se convirtió en su deuda y sus recursos se convirtieron en mis recursos. Fue una transacción maravillosa para mí, pero no para ella. Esto es lo que pasa cuando nos volvemos cristianos. Cristo asume nuestras deudas y por gracia, nos da sus recursos. Esta es la gracia maravillosa de Dios. Pero ocurrió algo más el día de nuestra boda. Juntamente con este arreglo legal (y financiero), mi esposa y yo entramos a una relación personal que ha sido cada vez más profundo a lo largo de los años. Nos comunicamos en maneras que sólo pueden aquellos que han vivido juntos varias décadas. Lo mismo pasa en nuestra relación con Jesús. No sólo gozamos beneficios legales; entramos a una relación personal que crece a través del tiempo a medida que pasamos nuestra vida con Él.
De acuerdo con la Biblia, el cambio ocurre con una relación personal profunda que ese construye sobre un fundamento legal sólido. Gradualmente somos conformados a la semejanza de Aquel con quien nos casamos. En el capítulo anterior, vimos la gloriosa esperanza a la que estamos destinados. Como dice Filipenses 1:6 “El que comenzó la buena obra en ustedes la perfeccionará hasta el día de Jesucristo”. Esa buena obra inicia en relación con Jesús y es llevada a su plenitud dentro de una unión aún más profunda con Él. Este es el aspecto más singular del punto de vista del cambio bíblico. No es menos que un cambio cognitivo, es muchísimo más. No es menos que un cambio conductual, es muchísimo más. Ningún enfoque religioso o secular del cambio se acerca a lo que encontramos en la Escritura. La Biblia nos da más que exhortaciones y reglas para cambiar. El gran regalo que Cristo nos da es Él mismo.
La metáfora del matrimonio es usada para describir nuestra relación con Dios a través del Antiguo y Nuevo Testamentos. Está basada en la idea bíblica del pacto. Un pacto es una promesa relacional. Dios se une a nosotros. Es nuestro Dios y nosotros somos su pueblo.
Ezequiel, de una manera explícita, describe a Dios mirando a Israel como un esposo mira a su esposa: “Tiempo después pasé de nuevo junto a ti, y te miré. Estabas en la edad del amor. Extendí entonces mi manto sobre ti, y cubrí tu desnudez. Me comprometí e hice alianza contigo, y fuiste mía. Lo afirma el Señor omnipotente” (Ezequiel 16:8)
Isaías dice: Porque el que te hizo es tu esposo; su nombre es el Señor Todopoderoso. Tu Redentor es el Santo de Israel; ¡Dios de toda la tierra es su nombre! (Isaías 54:5)
Efesios usa el matrimonio como una metáfora que describe la relación de Cristo con su pueblo. Después de hablar del matrimonio humano, Pablo dice: “Grande es este misterio, mas yo digo esto de Cristo y su Iglesia” (Efesios 5:32).
Aunque hay un sentido en el que nuestro matrimonio con Cristo no está aún completado, los escritores bíblicos usan la metáfora del matrimonio para describir la naturaleza de la relación de los creyentes con Dios que es legal, muy personal y bilateral. Es una relación que Dios inicia y en la que nosotros participamos.
Cuando piensas en la vida cristiana como un proceso de cambio que dura toda la vida, ¿Qué cosas resaltan como los ingredientes fundamentales para el cambio? La mayoría de nosotros nos enfocamos en los “medios de gracia”. Estudio de la Biblia, oración, compañerismo, lectura de libros cristianos, los sacramentos, el servicio y el testimonio. Dios ha provisto estos medios con una finalidad, pero no son la meta. Todos los medios de gracia son buenos y necesarios para el cambio, pero sólo si no se vuelven fines en sí mismos.
La vida cristiana no es algo menor que estos medios, pero es muchísimo más. Varios pasajes nos ayudan a pensar acerca de cuán maravilloso es estar en unión con Cristo. En 2 Corintios 11:1-3, Pablo usa la metáfora del matrimonio para hablar de la unión con Cristo. Colosenses 1:15-23 nos da un cuadro de Cristo, nuestro esposo. En Colosenses 2:1-15, descubrimos los beneficios que cambian la vida que Cristo nos da por medio de la fe.
Casados con Cristo: 2 Corintios 11:1-3
¿Cuán central es Cristo para la vida cristiana? Quizá suene como algo muy obvio, pero no es así cuando lees la manera en la que Pablo le habla a los Corintios. Dice que es fácil que los cristianos olviden que Cristo es el centro de la vida cristiana.
¡Ojalá me aguanten unas cuantas tonterías! ¡Sí, aguántenmelas! El celo que siento por ustedes proviene de Dios, pues los tengo prometidos a un solo esposo, que es Cristo, para presentárselos como una virgen pura. Pero me temo que, así como la serpiente con su astucia engañó a Eva, los pensamientos de ustedes sean desviados de un compromiso puro y sincero con Cristo.
(2 Corintios 11:1-3)
Pablo habla con el afecto de un padre. Tiene un celo por la pureza del corazón de los corintios en relación con Cristo. Presenta la metáfora del matrimonio para describir la relación del cristiano con Cristo. Habla de Cristo como el “esposo” y los corintios como novias puras vírgenes. Pero a pablo le preocupa que sean seducidos por la tentación y le den sus corazones a falsos amantes. Aunque este pasaje se enfoca más en el cumplimiento futuro de nuestro matrimonio con Cristo, describe la idea de que estamos unidos a Él ahora. El compromiso nupcial en el primer siglo era mucho más importante de lo que es ahora. En aquellos días, estar comprometido era estar casi casado. Nota el lenguaje de Mateo al relatar el nacimiento de Jesús:
El nacimiento de Jesús, el Cristo, fue así: Su madre, María, estaba comprometida para casarse con José, pero antes de unirse a él, resultó que estaba encinta por obra del Espíritu Santo. Como José, su esposo, era un hombre justo y no quería exponerla a vergüenza pública, resolvió divorciarse de ella en secreto. Pero cuando él estaba considerando hacerlo, se le apareció en sueños un ángel del Señor y le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir a María por esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.» (Mateo 1:18-21).
Cuando José y María estaban comprometidos, María quedó embarazada por el Espíritu Santo. José consideró divorciarse de ella pero el ángel del Señor le indicó que no lo hiciera. Ellos dos estaban comprometidos, pero se menciona a José como su esposo antes de la ceremonia formal y la unión física.
De la misma manera estamos “comprometidos” o casados con Cristo, nuestro esposo. Aguardamos la consumación final cuando ese “compromiso” o matrimonio sea una realidad plena. Pero mientras tanto, los escritores bíblicos no dudan en hablar acerca de la relación del cristiano con Cristo en términos de un matrimonio. Pablo describe la relación del cristiano con Cristo en los términos de mayor intimidad – tan íntimos que casi es embarazoso. Pero esto es lo asombroso del evangelio. Dios reconcilia consigo mismo a los pecadores a través de Cristo y nos recibe en una relación que es intensamente personal. No simplemente nos tolera; nos acerca a él mismo al darse a nosotros. Cristo es nuestro esposo y nosotros somos su esposa.
Estamos casados con Cristo. ¿Qué significa estar casado con Cristo? Cristo nos hace el objeto de sus afectos, y a su vez, hacemos de Cristo el objeto de los nuestros. Pablo habla a los corintios como un padre celoso que quiere nada suplante o comprometa esta relación. Exhorta a los corintios a esquivar a los salvadores falsos y los falsos evangelios, y a poner sus esperanzas y afectos sólo en Cristo.
¿Qué falsos amantes te incitan a olvidar a tu esposo verdadero y la fidelidad que él merece? ¿Por qué adoramos otras cosas en lugar de Cristo? Es bastante sencillo, adoramos lo que nos parece atractivo. Permitimos que muchas cosas eclipsen la belleza de Cristo. Dedicamos nuestros corazones a nuestros empleos, a otra gente, a un estado mental (comodidad, seguridad), éxito, poder, paz o dinero. Tenemos muchas opciones ante nosotros, pero no podemos obtener nuestra identidad de estas cosas. Yo soy fácilmente seducido por la comodidad. Después de un largo día de trabajo, sólo deseo tener un tiempo de descanso; me convenzo de que me lo merezco. La comodidad y el descanso son cosas buenas, pero cuando se vuelven más importantes para mí que Cristo, impactan pecaminosamente mi conducta.
Si llego a mi hogar y encuentro una casa llena de niños que se interponen en mi camino a la comodidad, y rápidamente me vuelvo una persona áspera, me he abandonado en los brazos de un amante falso: mi comodidad personal. Esto puede pasar rápidamente – aun acabando de aconsejar a alguien que batalle con su propio corazón descarriado.
Pablo da justo en el blanco cuando ruega a los corintios (y a nosotros) que permanezcan enfocados en su relación con Cristo de la misma manera como los esposos y las esposas deberían enfocarse en sus cónyuges. Permanezcan sinceros y puros en su devoción. Cuiden sus corazones de cualquier cosa que se entrometa en esa relación primordial. Luchen contra cualquier cosa ponga en juego su lealtad. Debido a que es muy fácil desviarse, deben batallar contra la tentación cada momento. Mi matrimonio con Cristo es la relación y circunstancia más importante de mi vida.
La vida cristiana ha sido descrita usando muchos modelos falsos. Algunos la ven como un negocio: trabaja duro y obtendrás tu salario. Algunos piensan que es como un plan de ejercicio espiritual bien estructurado. Otros la ven como un esfuerzo educativo: obtienen más conocimiento bíblico y teológico, y equiparan esto con conocer y amar a Cristo. Pero Pablo nos recuerda que la vida cristiana es mucho más íntima, personal y global que estas cosas. Notemos 3 realidades profundas que definen mi unión con Cristo.
Al igual que cualquier otro matrimonio, el asunto importante es mi fidelidad. ¿Permaneceré fiel a Jesús o buscaré mi satisfacción en otro lugar? La pureza espiritual, la devoción enfocada y la obediencia son más prominentes debido a mi matrimonio con Cristo. Sea que me pasen cosas buenas o malas, mi atención debe permanecer inalterable en mi esposo, Jesús.
Mi matrimonio con Cristo tiene una estructura «ahora y después”.
Mi vida “ahora” es preparación para mi matrimonio con Cristo “después”, cuando la cena de las bodas del Cordero presente el escenario para toda la eternidad. Mi vida ahora es un tiempo de preparación para ese día. El cumplimiento pleno de esta relación tendrá lugar en el cielo, aunque experimento muchos aspectos maravillosos ahora. Puesto que Cristo es el premio, entonces no es esencial todo lo que pudiera alejarme de Él. Todos los momentos cotidianos de la vida están llenos de oportunidades para ser cambiado a la semejanza de aquel que se casó conmigo.
Preguntas de reflexión?
¿Qué similitudes encuentras entre la metáfora del matrimonio en el texto y tu relación con tu situacion? ¿Cómo se ha convertido tu caso en «tu esposo falso»?
El texto menciona que Cristo asume nuestras deudas y nos da sus recursos. ¿Cómo puedes aplicar este concepto a tu lucha contra la caso? ¿Qué recursos te proporciona Cristo en tu proceso de restauración?
Qué cosas te han desviado de tu compromiso puro y sincero con Cristo durante tu proceso de restauración? ¿Qué falsos amantes o tentaciones te han distraído?
El autor habla de la estructura «ahora y después» de un matrimonio con Cristo. ¿Cómo ves tu proceso de restauración como una preparación para una relación más profunda con Cristo en el futuro? ¿Qué cambios estás dispuesto a hacer ahora para fortalecer esa relación?
¿Cuáles son las «cosas buenas» que pueden alejarte de Cristo en tu vida cotidiana? ¿Cómo puedes identificar y abordar esas distracciones?
¿Cómo puedes aplicar la idea de que la vida cristiana es íntima, personal y global en tu proceso de restauración? ¿En qué aspectos de tu vida puedes experimentar esta intimidad con Cristo?
Día 2.
La vida cristiana lo incluye todo.
La vida cristiana es mucho más que hacer devocionales, donar dinero, participar en ministerio, conocer doctrinas o tener sentimientos religiosos durante la adoración. Puedo hacer todas estas cosas sin Cristo en el centro de mi vida. Para Pablo, el corazón del cristianismo está en permanecer fiel a Cristo en el mundo donde muchos otros “amantes” buscan mi afecto. Si Cristo, en efecto, es el único premio por el cual vale la pena vivir, entonces necesitamos ponderar cuán maravilloso es Él. Existen muchos lugares en la Biblia en los que podríamos contemplar la belleza del Señor, como dice el salmista en el Salmo 27:4, pero nos circunscribiremos a un pasaje. ¿Quién es nuestro esposo y marido? ¿Qué lo hace atractivo? ¿Qué beneficios obtenemos al unirnos al Él?
Cristo el Esposo: Colosenses 1:15-24
La pregunta más obvia e importante que cualquier prospecto de cónyuge se hace es “¿Quién es esta persona con la que me voy a casar?” La mayoría de las personas agonizan por esta decisión debido al grado de compromiso que implica. Si me voy a comprometer con alguien para toda la vida, deseo saber tanto como pueda acerca de ella o él antes de decir “sí acepto”. De igual manera, Jesús nos dice que consideremos el costo antes de volvernos sus discípulos. En Colosenses, Pablo no da una descripción asombrosa de nuestro esposo incomparable.
Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación, porque por medio de él fueron creadas todas las cosas en el cielo y en la tierra, visibles e invisibles, sean tronos, poderes, principados o autoridades: todo ha sido creado por medio de él y para él. Él es anterior a todas las cosas, que por medio de él forman un todo coherente. Él es la cabeza del cuerpo, que es la iglesia. Él es el principio, el primogénito de la resurrección, para ser en todo el primero. Porque a Dios le agradó habitar en él con toda su plenitud y, por medio de él, reconciliar consigo todas las cosas, tanto las que están en la tierra como las que están en el cielo, haciendo la paz mediante la sangre que derramó en la cruz. En otro tiempo ustedes, por su actitud y sus malas acciones, estaban alejados de Dios y eran sus enemigos. Pero ahora Dios, a fin de presentarlos santos, intachables e irreprochables delante de él, los ha reconciliado en el cuerpo mortal de Cristo mediante su muerte, con tal de que se mantengan firmes en la fe, bien cimentados y estables, sin abandonar la esperanza que ofrece el evangelio. Éste es el evangelio que ustedes oyeron y que ha sido proclamado en toda la creación debajo del cielo, y del que yo, Pablo, he llegado a ser servidor. (Colosenses 1:15-24).
Jesús es más asombroso y bello que cualquier cosa en la creación. Cuando lo vemos tal cual es, ¿Para qué le daríamos a alguien más nuestros afectos? Este retrato de Cristo provee una lista magnífica de nombres, cualidades de carácter y funciones que nos ayudan a verlo y adorarlo por todo lo que vale:
- Él es Dios. Manifiesta la gloria de Dios porque es Dios.
- Es el primogénito de toda la creación. Es el preeminente.
- Es el Creador de todas las cosas. Todas las cosas le deben la existencia.
- Todas cosas fueron creadas por Él. Es el centro del universo.
- Es eterno (“antes que todas las cosas”). Está por encima de la creación
- Es el sustentador de todas las cosas. En el se reúnen todas las cosas.
- Es la cabeza del cuerpo. Es el rey y el dador de la vida para la iglesia.
- Es el principio y primogénito de los muertos. Sin su resurrección, no hay posibilidad de resucitar
- Es supremo. Nada se le compara.
- Es la plenitud de Dios. No necesitamos buscar en otro lugar la plenitud.
- Es el reconciliador de todas las cosas. Su obra redentora abarca todo en el universo.
- Él es el pacificador. Trae el reino de Dios a la tierra y reúne a los pecadores consigo para que puedan gozar (y no sean aplastados por su gloria. Esto ocurrió sólo porque hizo a un lado su gloria para morir y resucitar por nosotros.
Tal persona tan asombrosa merece ser preeminente en tu vida. Merece toda nuestra devoción pura y sincera. Es tu Creador, Redentor, Sustentador y esposo verdadero. Pude parecer extraño para los cristianos de cualquier sexo hablar así respecto de Cristo, pero es una realidad espiritual. El matrimonio humano es sólo una ilustración de nuestra unión con Cristo. Dios diseñó el matrimonio para ayudarnos a entender lo que significa estar en una relación con él.
¿Es Cristo el centro de tu vida? ¿Demuestras una devoción pura y sincera por él en tu familia, carrera, amistades, matrimonio, en la comida, la sexualidad, ministerio, pensamientos, placer, tiempo y dinero?
Jesús es nuestro esposo/marido por excelencia. ¿Qué es lo que él trae a la unión y qué es lo que nosotros traemos? Colosenses 1:21-23 y 2:1-15 agregan detalles específicos de este cuadro.
Preguntas reflexivas:
Según el pasaje de Colosenses 1:15-24, ¿qué cualidades y funciones de Cristo lo hacen atractivo y merecedor de tu devoción? ¿Cómo puedes meditar en estas cualidades para fortalecer tu relación con él?
El texto habla de la importancia de considerar el costo antes de comprometerse con Cristo. ¿Has considerado el costo de tu restauración y la necesidad de mantener una devoción pura y sincera a Cristo durante este proceso?
Día 3.
LAS BENDICIONES DE NUESTRA UNIÓN CON CRISTO: Colosenses 1:21-23 y 2:1-15
Cuando mi esposa y yo nos casamos, no entendíamos completamente en lo que nos metíamos. No obstante, dimos un paso de fe basándonos en lo que conocíamos. Encomendamos nuestra decisión a la gracia y misericordia de Dios, creyendo que nos habilitaría para crecer en nuestro matrimonio. Con el tiempo, hemos descubierto las fortalezas que cada uno trajo al matrimonio. También descubrimos los pecados y debilidades de cada uno. Nuestro matrimonio con Cristo es diferente. Cristo trae beneficios. Nosotros traemos carencias. Aún así, Cristo se une a nosotros.
Cuando las parejas se casan, a veces se preguntan cómo reaccionará su nuevo cónyuge cuando se lleguen a conocer en verdad. El matrimonio llega a ser lo que debe ser cuando tu cónyuge conoce a tu verdadero yo y aun así te ama. Es lo mismo en nuestro matrimonio con Cristo. No podemos apreciar plenamente las bendiciones de Cristo sino hasta que nos vemos como somos en verdad. Es entonces cuando nos asombramos de cuan lleno de gracia y misericordia es Jesús. En Colosenses 1 y 2, Pablo describe a Cristo y sus regalos en nuestra relación en contraste con una descripción realista de quiénes somos nosotros.
En otro tiempo ustedes, por su actitud y sus malas acciones, estaban alejados de Dios y eran sus enemigos. Pero ahora Dios, a fin de presentarlos santos, intachables e irreprochables delante de él, los ha reconciliado en el cuerpo mortal de Cristo mediante su muerte, con tal de que se mantengan firmes en la fe, bien cimentados y estables, sin abandonar la esperanza que ofrece el evangelio. Éste es el evangelio que ustedes oyeron y que ha sido proclamado en toda la creación debajo del cielo, y del que yo, Pablo, he llegado a ser servidor. (Colosenses 1:21-23)
Pablo continúa,
Quiero que sepan qué gran lucha sostengo por el bien de ustedes y de los que están en Laodicea, y de tantos que no me conocen personalmente. Quiero que lo sepan para que cobren ánimo, permanezcan unidos por amor, y tengan toda la riqueza que proviene de la convicción y del entendimiento. Así conocerán el misterio de Dios, es decir, a Cristo, en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento. Les digo esto para que nadie los engañe con argumentos capciosos. Aunque estoy físicamente ausente, los acompaño en espíritu, y me alegro al ver su buen orden y la firmeza de su fe en Cristo. Por eso, de la manera que recibieron a Cristo Jesús como Señor, vivan ahora en él, arraigados y edificados en él, confirmados en la fe como se les enseñó, y llenos de gratitud. Cuídense de que nadie los cautive con la vana y engañosa filosofía que sigue tradiciones humanas, la que va de acuerdo con los principios de este mundo y no conforme a Cristo. Toda la plenitud de la divinidad habita en forma corporal en Cristo; y en él, que es la cabeza de todo poder y autoridad, ustedes han recibido esa plenitud. Además, en él fueron circuncidados, no por mano humana sino con la circuncisión que consiste en despojarse del cuerpo pecaminoso. Esta circuncisión la efectuó Cristo. Ustedes la recibieron al ser sepultados con él en el bautismo. En él también fueron resucitados mediante la fe en el poder de Dios, quien lo resucitó de entre los muertos. Antes de recibir esa circuncisión, ustedes estaban muertos en sus pecados. Sin embargo, Dios nos dio vida en unión con Cristo, al perdonarnos todos los pecados y anular la deuda que teníamos pendiente por los requisitos de la ley. Él anuló esa deuda que nos era adversa, clavándola en la cruz. Desarmó a los poderes y a las potestades, y por medio de Cristo los humilló en público al exhibirlos en su desfile triunfal. (Colosenses 2: 1-15)
¡Qué contraste existe entre lo que Cristo trae al matrimonio y lo que nosotros traemos! Debemos preguntamos, “¿Qué es lo que Cristo vio en nosotros como para hacernos el objeto de su amor y gracia?”
La respuesta obvia es “¡Nada!” El derramó su misericordia sobre nosotros simplemente porque quiso.
¿Qué aportamos nosotros a este matrimonio?
Somos culpables de pecado y estamos separados de Dios (1:21-23). Dos palabras muy fuertes describen nuestra posición delante de Dios: Estamos separados y somos enemigos de Dios. El pecado nos separa de Dios y nos pone en contra de Él. Nos rebelamos en su contra.
Somos necios y ciegos (2:1-5). El pecado nos hace necios. Somos engañados con facilidad, atraídos por filosofías vanas y engañosas, y seducidos por argumentos que nos apartan de Cristo. El pecado nos ciega a nuestro pecado. Pensamos que estamos bien. Pensamos que tenemos entendimiento y poder para vivir. Pero la verdad es lo opuesto.
Estamos inhabilitados y esclavizados (2:9-15). Pablo usa la palabra “muertos” para describir cuán atrapados y sin remedio estamos. Cuando estás muerto, no puedes hacer nada. No puedes ayudarte a mejorar. Aun si desearas hacer lo que Dios requiere (lo cual no pasa porque somos enemigos alejados), y aun si supiéramos qué le agrada (lo cual no es así porque somos necios que suprimimos la verdad con la injusticia), no haríamos ninguna de las dos cosas porque somos incapaces de hacer cualquier cosa que se placentera a la vista de Dios. No obstante, a pesar de todo, Cristo desea tener una relación con nosotros. Como Pablo lo resume, “Cuando éramos aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Ro 5:8).
En cierto modo, este pasaje funciona como una lista de cotejo de la realidad en tu noche de bodas con Cristo. Si aceptas la verdad de la manera en que te describe, puedes estar lleno de culpa y vergüenza delante de tu futuro esposo. Sabes que no puedes ser es cónyuge que necesitas ser. Tienes dos opciones: Puedes alejarte, abrumado por el prospecto de un fracaso, o puede consolarte por el carácter de la persona con quien estás a punto de casarte. Pablo quiere que optemos por la segunda. Por eso, en medio de este pasaje, eres llamado a vivir diariamente en compañerismo y amistad con Cristo, a celebrar tu unión con Él por medio de buscarlo cada día (Co 2:6-8). Lo que Cristo aporta a nuestra relación cubre perfectamente las deficiencias, incapacidades y defectos que aportamos como pecadores a la relación.
Jesús nos justifica. Somos pecadores apartados, culpables y rebeldes, pero su vida, muerte y resurrección nos libera de la culpa, el castigo, la vergüenza y la separación por el pecado. Pablo dice que somos santos delante de él, sin culpa y libres de condenación (Co 1:22). Esto es difícil de imaginar, pero es la gracia en el pasado.
Jesús es nuestra sabiduría. Somos necios y ciego. Pero Jesús nos da todos los tesoros de la sabiduría y el conocimiento. Nos libera de la cautividad de nuestra necedad y nos da sabiduría. Esta es la gracia en el presente.
Jesús es nuestro poder. Estamos inhabilitados y esclavizados. No provee aun más gracia en el presente, una habilidad para vivir como se supone que debemos vivir. También tenemos la promesa de la gracia futura como al mirar la esperanza a la cual apunta la metáfora del matrimonio (Co 1:5), la esperanza del cielo y de una relación eterna con el Padre, Hijo y Espíritu Santo. Estaremos juntos con todos los santos, sin la culpa, el poder ni la presencia del pecado.
¿Por qué es importante subrayar estas comparaciones? Porque la vida cristiana está edificada sobre el cimiento de (1) aceptar lo que eres en realidad y (2) confiar en quién Cristo es. Todo lo que hagas será forjado por el grado en que vivas conforme a las bendiciones que son tuyas en Cristo. Si sólo te miras a ti mismo y llevas una carga de culpa, te esconderás, excusarás, culparás, racionalizarás y encubrirás tu vergüenza en vez de gozar la libertad de la confesión y el gozo del perdón. No gozarás el fruto duradero que viene de seguir la sabiduría que ya es tuya en Cristo. En vez de eso, reducirás la vida cristiana a una lista simplista de reglas y conductas que nunca llegarán a tus problemas reales y serás ciego a los huecos en tu relación con Cristo.
Imagina a un niño pequeño que ha nacido en una familia muy pobre. Crece en desnutrición, vestido pobremente, raras veces está limpio, es el objeto de burla entre sus coetáneos. Tiene poca educación y pocas posibilidades. Sale de casa y consigue un empleo como caddy en un lujoso club campestre. Un día, conoce a una joven de una familia extremadamente rica. Para su sorpresa, ella le pide que sea su caddy.
Así comienza una relación larga que, sorprendentemente, culmina en su matrimonio. Su vida cambia para siempre en el momento exacto cuando dicen “Sí acepto”. Recibe un nuevo estatus, riqueza, poder y prestigio. No obstante, no ha ganada nada de esto. Simplemente es el resultado de su nueva relación. Su matrimonio cambia quién es, lo que tiene, cómo experimenta la vida y cómo vivirá el resto de su vida.
Esta ilustración no puede describir todo lo que es cierto en nuestra relación con Cristo, nuestro esposo. Un elemento importante no se está incluyendo. Cuando tú y yo venimos a Cristo, no sólo cambian nuestras circunstancias, relaciones y estatus. Nos volvemos diferentes al nivel espiritual más profundo. En otro tiempo estábamos muertos, pero ahora estamos vivos. Nuestros corazones que en otro tiempo estaban endurecidos por el pecado, se tornan suaves y moldeables. Nos convertimos en “nuevas creaciones” (2Co 5:17). Este cambio no es simplemente el producto de una buena teología y obediencia disciplinada. Es el resultado de nuestra relación con Cristo. Debido a que estoy unido a Él, soy renovado diariamente por su Espíritu. El mal en mi corazón es reemplazado progresivamente con una habilidad creciente para amar, adorar y regocijarse. Me vuelvo un pacificador. Aprendo a ser paciente, amable, bueno, fiel, cariñoso, y templado a medida que el Espíritu Santo obra en mi vida. De esto se trata la vida cristiana. Con gozo afirmo que soy una nueva creación en Cristo. Con humildad confieso que el pecado está todavía en mi corazón y necesito hoy la gracia de Dios tanto como el día que creí por primera vez. El Espíritu domina las cosas que antes dominaban mi vida. Estoy en Él, aunque todavía no soy completamente como él, así que me comprometo con el cambio de corazón que es el enfoque amoroso de Dios.
Ganancias y Pérdidas: Maneras en las que olvidamos a Cristo
¿Qué estorba la manera en que vives tu nueva relación con Jesús? ¿Qué amantes falsos te apartan de una devoción a Cristo pura y sincera? Pablo reconoció que las cosas que antes consideraba como ganancia se volvieron pérdidas cuando le estorbaban para ver su necesidad de Cristo.
Alégrense siempre en el Señor. Insisto: ¡Alégrense! Que su amabilidad sea evidente a todos. El Señor está cerca. No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús. Por último, hermanos, consideren bien todo lo verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo digno de admiración, en fin, todo lo que sea excelente o merezca elogio. Pongan en práctica lo que de mí han aprendido, recibido y oído, y lo que han visto en mí, y el Dios de paz estará con ustedes. (Fil 3:4-9)
En las relaciones humanas, cada persona contribuye con fortalezas y dones, pero este no es el caso en esta relación. Pablo había puesto su confianza en las ganancias de sus propios logros, pedigrí y moralidad. Todas estas cosas eran bendiciones, pero equivocadamente había puesto su confianza en su propio currículum vite. Podemos hacer lo mismo. Podemos poner nuestra confianza en nuestro desempeño y obediencia en vez de reconocerlos como regalos y fortalezas que deben llevarnos a la gratitud.
¿Las fortalezas y ganancias te están alejando de la gratitud y te llevan al orgullo? Sea lo que sea, pueden ser un estorbo que evita que veas tu constante necesidad de Cristo. Digamos que eres un padre que fielmente crece a sus hijos de una manera que agrada a Dios. ¿Podrían estas marcas de la gracia volverse estorbos? ¡Sí! Puedes llegar a pensar que eres tan capaz que pierdas de vista tu dependencia en Dios. Te vuelves crítico de los padres que batallan por crecer bien a sus hijos. Cuando confías en tus dones en vez de Cristo, no los ves por lo que son y te ciegan respecto a Cristo.
Mientras tanto, Jesús trae ganancias y nada de pérdidas (Fil. 3:9). En vez de eso, él paga nuestra deuda. Cuando vemos esto, cambia nuestra perspectiva de las cosas que nos pasan. Si vienen las bendiciones, son oportunidades para agradecer a Dios por su bondad. Si vienen las dificultades, son oportunidades de crecer más en nuestra dependencia en Él.
Todos respondemos a la vida basándonos en lo que pensamos que somos y tenemos. Supongamos que eres un pordiosero tratando de sobrevivir en las calles mendigando unas cuantas monedas. Un día te enteras que murió uno de tus tíos adinerado y te dejó toda su fortuna. Todo lo que era suyo, ahora es tuyo, aunque no hiciste nada para merecerlo. ¿Qué harías? Sería irracional mantenerte mendigando en la calle.
Si estás en tus cinco sentidos, usarías parte de esos recursos financieros para comprar una casa. Y probablemente buscarías maneras de ayudar a otros que conociste en las calles.
Cristo trae enormes ganancias a tu relación. Estas ganancias son ahora tuyas tanto como suyas. Te ha hecho su heredero universal. Ya no eres un mendigo en la calle. Tu cuenta bancaria está llena. Puedes comenzar a vivir de una manera que se refleje quién eres ahora.
Preguntas reflexivas:
El texto menciona que a menudo nos preguntamos cómo reaccionará nuestro cónyuge cuando nos conozca realmente. ¿Te has sentido de la misma manera con respecto a Cristo? ¿Has tenido miedo de que Cristo pueda rechazarte debido a tus debilidades y pecados?
Según el pasaje de Colosenses 1:21-23, ¿cómo describirías tu relación pasada con Dios antes de conocer a Cristo? ¿En qué sentido eras un enemigo de Dios? ¿Cómo ha cambiado tu relación con Cristo desde entonces?
El texto menciona que Cristo trae ganancias a nuestra relación mientras nosotros traemos carencias. ¿Puedes identificar algunas de las ganancias que Cristo aporta a tu vida? ¿Cómo han influido estas ganancias en tu proceso de restauración?
¿Cómo puedes cambiar tu perspectiva sobre las ganancias y pérdidas en tu vida? ¿Cómo puedes comenzar a ver las bendiciones de Cristo como algo más valioso que tus propias fortalezas y ganancias?
Día 4.
En 2 Pedro 1:3-9, Pedro dice que muchos cristianos viven inefectivamente y sin fruto porque han olvidado quiénes son en Cristo. Considera los siguientes ejemplos de cómo nuestra unión con Cristo forja la manera en que vivimos las dificultades o las bendiciones.
La pérdida de un empleo. En nuestra cultura, un empleo bien remunerado es algo importante. Para algunos es la fuente de seguridad e identidad. La pérdida de un empleo no sólo trae estrés financiero, sino puede conmocionar todo el mundo cuando la gente adhiere su identidad y sentido de seguridad a algo de lo cual no hay garantías de que estará mañana. En contraste, un creyente puede ver su desarrollo profesional con un gran aprecio de su identidad y seguridad en Cristo. La pérdida de un empleo puede lastimar, pero no están en juego las cosas más valiosas de la vida. Debido a tu matrimonio con Cristo, tienes recursos que van más allá de tu sabiduría, carácter y fortaleza. Tu esposo controla los detalles de tu vida y su finalidad es tu bienestar. Esto te protege del desánimo y te da valor y fe en los tiempos de dificultad.
Un empleo insatisfactorio. Cuando basamos nuestro sentido de realización en las relaciones, circunstancias y logros, no es difícil quedar atrapado en un empleo insatisfactorio. Pero cuando nuestra realización viene de Cristo, no enfrentamos la vida sintiéndonos necesitados. Podemos enfrentar cada día con un contentamiento y gozo que ningún empleo puede proveer. Esto no significa que nunca nos desanimamos, cansamos o aburrimos, pero significa que tienes a alguien en quien confiar que te ayudará a atravesar la dificultad. Hemos sido elegidos de entre toda la humanidad para vivir en una unión íntima con Cristo. Sería asombroso inclusive si Dios simplemente nos tolerara. Sería un honor simplemente con ser invitado a la boda. Va más allá de nuestra comprensión el ser la novia amada del Rey de reyes y Señor de señores. Cuando entiendes esto, no puedes evitar vivir consciente del honor, privilegio y bendición que tienes. Sí, tu trabajo puede ser aburrido. Sí, habías esperado hacer algo más significativo. Sí, desearías poder salirte. Pero no vas al trabajo buscando realización. Puede ser que te de un sentido de dignidad, pero no te define. En Cristo estás pleno, gozoso y satisfecho. Aunque tienes un trabajo insatisfactorio, sabes que Cristo nunca olvida lo que haces en su nombre. Como parte dela esposa de Cristo, estás conectado a las cosas más importantes en el universo. Tu unión con él le da sentido a todo lo que dices y haces.
Tu carga como padre soltero. Entras en pánico cuando te das cuenta que tienes el trabajo que deben hacer dos personas: un esposo y una esposa. ¡Imposible! ¡Injusto! Estas reacciones están enraizadas en un error crucial: Buscamos en nosotros mismos la sabiduría y fortaleza para hacer lo que necesita hacerse.
Cuando nos damos cuenta que no las tenemos, nos desanimamos, nos enojamos y amargamos. Hemos olvidado quiénes somos en Cristo. Ningún padre casado o soltero tiene la sabiduría y fortaleza necesarias para cuidar a sus hijos, pero Cristo es la fuente de toda sabiduría y fortaleza y promete darlo a su esposa. Ningún padre casado o soltero tiene el carácter piadoso que tal papel requiere, pero Cristo nos da su Espíritu para que podamos hacer y decir lo que es correcto y bueno. Quizá seas un padre soltero pero aun así estás casado con Cristo. Él proveerá plenamente en tu papel que sinceramente es difícil.
Sufrimiento físico crónico. Tendemos a pensar que siempre estaremos saludables y que el dolor físico es temporal. El sufrimiento físico se hace más severo si la salud nos da nuestro sentido de seguridad y bienestar. En un mundo caído nuestros cuerpos siempre se están desgastando. No es sabio poner nuestra esperanza en ellos. ¡Qué diferencia marca el saber que las cosas más preciosas en la vida no son físicas! Aunque una débil salud hace que la vida sea difícil, no puede robarte tu identidad, tu significado y propósito, tu gozo o tu sentido de descanso personal. Cuando respondes a tu sufrimiento físico con una conciencia de tu unión eterna con Cristo, puedes decir con Pablo, “Por tanto, no nos desanimamos. Al contrario, aunque por fuera nos vamos desgastando, por dentro nos vamos renovando día tras día.” 2Co 4:16. No importa cuál sea nuestra condición física, somos fortalecidos cada mañana con su nueva misericordia, animados por el amor de Dios y habilitados por el Espíritu. Quisiéramos retener nuestra fuerza y evitar el dolor crónico, pero podemos fijar nuestros ojos en la realidad de nuestra unión con Cristo y los recursos que nos provee.
Éxito y bendición terrenal. Tal y como las dificultades deben experimentarse a través de nuestra unión con Cristo, también así deben experimentarse las buenas circunstancias. Pueden ser tan perjudiciales tanto como las dificultades. Cuando las cosas están yendo bien, podemos pensar que estamos siendo más favorecidos por Dios que los que sufren. También podemos volvernos condenatorios y críticos de los demás. Dios sabía que las bendiciones nos tientan cuando le dio a Israel una tierra rebosante de cosas buenas. Les advirtió que no se olvidaran de Él al entrar a la tierra prometida:
Recuerda al Señor tu Dios, porque es él quien te da el poder para producir esa riqueza; así ha confirmado hoy
el pacto que bajo juramento hizo con tus antepasados. »Si llegas a olvidar al Señor tu Dios, y sigues a otros
dioses para adorarlos e inclinarte ante ellos, testifico hoy en contra tuya que ciertamente serás destruido. Si no
obedeces al Señor tu Dios, te sucederá lo mismo que a las naciones que el Señor irá destruyendo a tu paso.
(Deut 8:18-20)
Es tentador olvidar a Dios y volvernos orgullosos e independientes en tiempos de dificultad y bendición. Pero cuando recuerdas tu unión con Cristo te hace consciente que cualquier cosa buena en tu vida es el resultado de su misericordia y gracia, no de tu propia sabiduría, bondad y esfuerzo. Cualquier esfuerzo que ponemos en nuestras vidas comienza con la fortaleza que nos Él nos da y continúa porque está comprometido con nosotros para siempre.
Cristo nos da todo lo que necesitamos para acercarnos a él y gozar de él en medio de dificultades y bendiciones. Puede ser que nos cansemos, pero no estamos abatidos. Estaremos tristes, pero no desesperados. Soportaremos el dolor, pero no nos daremos por vencidos. Gozaremos bendiciones, pero no nos envaneceremos. Vemos que nuestras vidas no consisten sólo de lo que tenemos, sentimos o logramos, sino en quiénes somos en Cristo. Esto nos habilita para permanecer de pie en un lugar donde antes caíamos.
Al pensar en cómo ocurre el cambio, necesitamos comenzar por el principio. Tenemos un futuro porque Dios está comprometido a terminar lo que ha iniciado en nosotros; Tenemos un redentor que nos ha rescatado de nuestros pecados, nos ha dado su Espíritu y nos ha hecho su esposa. Esto es verdad en nosotros como individuos, pero también como parte de una comunidad mucho más grande. Somos miembros del cuerpo de Cristo. La esposa de Cristo está constituida de todos los que confían en Cristo y están unidos a Él. Esta comunidad es el contexto para el cambio que consideramos a continuación.
Preguntas reflexivas:
¿Cómo crees que tu identidad y seguridad en Cristo podrían ayudarte a afrontar situaciones de pérdida de una manera más equilibrada y menos estresante?
¿Has experimentado la insatisfacción en tu trabajo? ¿En qué medida tu relación con Cristo y tu identidad en Él te han permitido encontrar contentamiento y satisfacción, incluso en un trabajo insatisfactorio?
¿Has tenido que lidiar con el sufrimiento físico crónico o enfermedades? ¿Cómo ha influido tu comprensión de tu identidad en Cristo en tu capacidad para enfrentar el dolor físico y el sufrimiento?
Si has experimentado éxito y bendición terrenal en tu vida, ¿cómo has evitado olvidar a Dios y depender en exceso de esas bendiciones? ¿Cómo reconoces la misericordia y gracia de Dios en tus bendiciones?
¿En qué áreas de tu vida sientes la tentación de olvidar a Dios y volverte orgulloso o independiente? ¿Cómo puede tu relación con Cristo ayudarte a permanecer consciente de que cualquier cosa buena en tu vida es un resultado de su misericordia y gracia?
¿Cómo te sientes acerca de tu futuro y el compromiso de Dios de terminar lo que ha comenzado en ti? ¿Cómo puedes confiar en la promesa de que tienes un redentor que te ha rescatado y hecho suyo?
