AQUÍ ES A DONDE TE ESTÁ LLEVANDO DIOS Dia 1.
Los seres humanos son “hacedores de significado”. Buscamos el significado y propósito de cada evento, actividad y relación en nuestras vidas. El pequeño que le pregunta a su mamá si Dios hizo los postes de teléfono es un hacedor de significado. La niña de segundo grado que aconseja a su amigo acerca de cómo lograr agradar a los demás es una hacedora de significado. El esposo y la esposa que discuten por qué el esposo no puede llevarse bien con su jefe son hacedores de significado. La mujer anciana que se pregunta por qué no la visita su hija es una hacedora de significado.
Dar significado a las cosas es algo que hacemos inconsciente e incesantemente. Nunca dejamos de tratar de entender la vida. Hacemos preguntas. Suponemos cosas, sacamos conclusiones, hacemos conexiones, interpretamos los datos y hacemos distinciones. Ya sea el horror de la guerra, un diagnóstico de cáncer, el divorcio de un amigo, un problema paternal, el desaire de un vecino, o el estado de la economía, tratamos de dar sentido a todo lo que ocurre a nuestro alrededor. Ya sea que suframos, nos esforcemos, logremos o nos relajemos, de manera consciente o inconsciente nos preguntamos: ¿Cuál es el propósito? ¿Qué significa todo esto? Y esta es la parte importante: Las respuestas que nos damos, el significado que le damos a nuestros pensamientos, circunstancias, relaciones y acciones, nos mueven en una dirección específica.
Jazmín y Bruno se casaron siendo muy jóvenes. Bromeaban diciendo que crecerían juntos. Jazmín creció, pero Bruno, no. Después de diez años de matrimonio, él todavía veía la vida como un adolescente. Pasaba la mayor parte del tiempo con los amigos y gastaba demasiado dinero en aparatos electrónicos. Se iba a pescar o a cazar sin Jazmín tantas veces como iba de vacaciones con la familia. Iba de empleo en empleo porque no se concentraba en su trabajo. Él y Jazmín siempre estaban endeudados. Bruno decía que era cristiano, pero evitaba fácilmente cualquier oportunidad comprometerse como creyente. Jazmín intentó de todo para volver a Bruno un hombre responsable. Trató que su matrimonio funcionara. Hizo que su casa sea acogedora e incluso casi forzó a Bruno para que fueran a consejería en varias ocasiones. Nada parecía funcionar. Bruno seguía siendo inmaduro y egocéntrico. Un día, ya desesperada, Jazmín empacó, tomó a sus dos hijas y se fue a casa de su madre. Seis meses después puso una demanda de divorcio porque simplemente no podía regresar con ese hombre egoísta.
Francisco se sentía herido. Se había dedicado por años a su iglesia del centro de la ciudad cuando muchos creyentes cambiaron esa iglesia por una vida más cómoda en los suburbios. Hizo todo lo que pudo para contribuir con sus donativos al ministerio que siempre había amado. Francisco vivía con los ojos abiertos a las necesidades ministeriales y con buena disposición trataba de suplirlas. Siendo soltero y con mucho tiempo libre, Francisco hizo de la iglesia, su familia, su pasatiempo y su red de relaciones.
Francisco también era un ávido estudiante de su fe. Tomaba todas las clases de discipulado que ofrecía su iglesia. Leía por su cuenta y tomaba clases nocturnas en el colegio cristiano local. Se anotaba para recibir entrenamiento para ser anciano o diácono cada vez que se ofrecía. Conocía la Biblia, pero siempre tenía hambre de conocer más. Pero Francisco no sabía si podría recuperarse esta vez. Por quinta ocasión, no había sido electo cuando se hicieron las votaciones para seleccionar a los ancianos. Francisco veía la lista de los electos: ninguno era tan activo en la iglesia como él; pocos de ellos conocían la fe tanto como él. ¡No tenía sentido para él! Se sentó en su cama ese domingo por la noche y se dijo, ¡Se acabó! En las semanas siguientes, Francisco renunció a todos los ministerios en los que estaba involucrado y se marchó de la iglesia.
Nidia no sabía porque se sentía triste, simplemente lo estaba. Cuando reflexionaba al respecto, se daba cuenta que tenía más días malos que buenos. Despreciaba su apariencia física. Su peso la hacía estar muy susceptible e insegura. Le costaba mucho mantener la casa limpia y arreglada. Leía cada nuevo libro de dietas, y cada nuevo libro acerca de las claves para tener éxito en el hogar, pero esto sólo la hacía sentir más derrotada. Luchaba cada día al saber que Roberto trabajaba en una oficina llena de mujeres inteligentes, atractivas y exitosas. Un día, se vio al espejo y se dio cuenta que su motivación para vivir se escapaba de sus manos. Los gemelos todavía estaban visitando a su abuelita, así que descolgó el teléfono y se metió de nuevo en la cama.
Ricardo sabía que podría pasar algún día, pero nunca pensó que en verdad sucedería. El año anterior había heredado una gran cantidad de dinero. Siempre se había considerado un hombre piadoso comprometido a tener un estilo de vida sencillo. No necesitaba comer en restaurantes finos ni comprar camisas costosas. Sus vacaciones no eran opulentas, su casa y su carro eran ordinarios. Nunca pensó que el dinero lo cambiara tanto. Pero sí le ocurrió. Primero, se convenció de comprar un nuevo carro deportivo, justificándose en que estaba bien hecho y era eficiente. Compró una gran casa nueva porque sería un lugar ideal para ministrar. La ropa nueva y la membresía en el club campestre le parecían parte del paquete. Cuando Ricardo compró el yate, ya ni siquiera tenía que convencerse de la legitimidad de la compra. Era un hombre adinerado y le gustaba el lujo y el prestigio que el dinero le conseguía.
LO QUE ES Y LO QUE PODRÍA SER.
Jazmín, Francisco, Nidia y Ricardo tienen en común algunas cosas. Cada uno está lidiando con las tentaciones que enfrentan los pecadores en un mundo caído. Algunas veces estas tentaciones nos encuentran en los pequeños momentos de la vida; en otras ocasiones las encontramos en tiempos de gran importancia. Algunas tentaciones nos pegan duro en tiempo de dificultad y decepción y otras en tiempos de bendición inusual.
En medio de nuestras propias historias de vida, tratamos de darle sentido a lo que nos pasa. Instintivamente, sabemos que las cosas no son como Dios las diseñó. El mundo en el que vivimos está caído, y algunas veces está tan mal que no pensamos que algo que podamos decir o hacer marcará la diferencia.
En vez de eso, pasamos nuestro tiempo soñando acerca de lo que podría ser. Si tan solo mi jefe fuese más paciente. Si tan solo mi familia estuviese más cerca. Si tan solo mis gastos personales fuesen menos. Si tan solo mi hijo dejara de discutir. Si tan solo hubiésemos podido comprar esa casa. Si tan solo nuestra iglesia fuese más cálida con las madres solteras. Si tan solo tuviese más tiempo. Todos tenemos un sueño personal de una vida mejor. Examinamos nuestras vidas, decidimos donde se requieren cambios, e imaginamos cómo sería esa situación. El problema es que nuestros deseos no llegan tan profundo. Es aquí donde la Biblia desafía nuestros sueños. Como vimos en el capítulo 2, cuando la gente piensa en el cambio, piensa que éste necesita suceder en el exterior de nosotros mismos. Pensamos cuán bueno sería si cierta situación o relación fueran diferentes. Mientras tanto, Dios dice que lo que más necesita cambiar somos nosotros. Él no sólo obra para reparar las situaciones y relaciones; sino tiene la intención de rescatarnos de nosotros mismos. Somos su foco de atención en su obra amorosa de cambio para toda la v ida.
Imaginación. La habilidad de tener una visión de lo que podría ser es tanto maravilloso como peligroso. Es maravilloso “ver” lo invisible; pensar anticipadamente y ver los sueños hechos realidad. Esto motiva a los seres humanos. Pero soñar nunca es algo moralmente neutro porque el soñador nunca es neutral. Allí radica lo peligroso de este don intensamente humano. Nuestra habilidad para soñar es fácilmente secuestrada por nuestro pecado. Aunque nuestros sueños pueden revelar nuestra fe, también exponen nuestra lujuria, avaricia, egoísmo, temor, enojo, duda, desesperanza y materialismo de nuestros corazones. Somos pecadores caídos, que sueñan con mundos mejores que aquel en el que vivimos. Pero los sueños que tenemos se tratan más de nuestros planes que los de Dios. Aunque no seamos conscientes de esto, a menudo estamos en conflicto con nuestro Señor sabio y amoroso. El cambio que está obrando no el mismo que estamos soñando. Nosotros soñamos con una cambio afuera – una persona o circunstancia – pero Dios está obrando en medio de todo para lograr un cambio en nosotros. ¿Cómo quiere cambiarnos?
Jesús vivió y murió para que los que viven ya no vivan para sí mismos sino para aquel que murió y resucitó por ellos (2Co 5:15). El amor de Dios viene a tu vida para cambiar aquello por lo cual vives.
Pedro lo dice de esta manera: “Así Dios nos ha entregado sus preciosas y magníficas promesas para que ustedes, luego de escapar de la corrupción que hay en el mundo debido a los malos deseos, lleguen a tener parte en la naturaleza divina”(2Pe 1:4). Deseamos las cosas incorrectas, pero Dios está en el negocio de cambiar lo que deseamos. Todo lo que dices o haces es el resultado de algún tipo de deseo. El cambio del que Pedro habla es un cambio al nivel más fundamental. Pedro dice que Dios obra para reemplazar mi naturaleza pecaminosa y egoísta con su naturaleza divina. Dios me forja a su propia imagen. En medio de toda la confusión de la vida, transforma mi corazón para que pueda pensar, desear, hablar y actuar de maneras congruentes con Su carácter y lo que está haciendo en la tierra.
El cambio positivo personal ocurre cuando mis sueños de cambio se alinean con el propósito de Dios para el cambio. Cuando abandono la meta de tener comodidad y autosuficiencia, comienzo a buscar a Cristo. Comienzo a querer ser más como Él cada día. Al hacer esto, me preparo más para mi destino final: la eternidad con Él. Pero no viene como algo natural el conectar nuestros deseos con los propósitos supremos de Dios. Existen dos realidades dentro de cada cristiano:
- Todos tenemos nuestras propias formas de pensar, sentir, actuar y desear en respuesta a la vida.
- Nuestro propósito final es llegar a ser semejantes a Cristo y a vivir con él para siempre. Simplemente, no nos viene como algo natural el conectar estas dos realidades. La obra diaria del Espíritu es lo que hace esta conexión. Este libro está escrito para ayudarte a entender cómo Dios se encuentra contigo y te cambia en medio de los gozos y tristezas de la vida. Deseamos que sepas cómo hacer del sueño supremo de Dios, tu propósito en la vida.
ALGO QUE VALE LA PENA SOÑAR Dia 2.
¿Por qué cosas oras realmente? ¿Qué tipo de “necesidades” dominan tus oraciones? Al enfrentar lo que es, ¿cómo oras por lo que podría ser? Tus oraciones revelan tus sueños. En la oración, le decimos a Dios lo que pensamos que necesitamos. Le pedimos lo que deseamos. Contrasta tus oraciones normales con lo que Pablo ora en filipenses:
Doy gracias a mi Dios cada vez que me acuerdo de ustedes. En todas mis oraciones por todos ustedes, siempre oro con alegría, porque han participado en el evangelio desde el primer día hasta ahora. Estoy convencido de esto: el que comenzó tan buena obra en ustedes la irá perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús. Es justo que yo piense así de todos ustedes porque los llevo en el corazón; pues, ya sea que me encuentre preso o defendiendo y confirmando el evangelio, todos ustedes participan conmigo de la gracia que Dios me ha dado. Dios es testigo de cuánto los quiero a todos con el entrañable amor de Cristo Jesús. Esto es lo que pido en oración: que el amor de ustedes abunde cada vez más en conocimiento y en buen juicio, para que disciernan lo que es mejor, y sean puros e irreprochables para el día de Cristo, llenos del fruto de justicia que se produce por medio de Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios. (Fil 1:3-11)
¿Puedes captar lo emociona a Pablo? Es bastante diferente a la emoción que motiva muchas de las oraciones que hacemos. Esta oración es tanto real como llena de esperanza. Pablo conoce a la gente por la que está orando, con todas sus debilidades y desafíos. No obstante, al pensar en ellos rebosa de confianza. Su confianza no está en la habilidad que tienen sus lectores para portarse bien. La confianza de Pablo es respecto de estas personas, pero no está en ellos. Es una confianza completamente vertical – hombre hacia Dios – y personal. Pablo está confiado respecto a los creyentes de Filipos porque su confianza reposa en Jesucristo. Pablo está convencido que la buena obra que Jesús comenzó en ellos, continuará hasta que llegue a su término (v. 3-5).
Cuando Pablo ve a los filipenses, también puede orar con gozo. Está gozoso por compañerismo en el evangelio. Está gozoso por la obra continua de Cristo en sus vidas. Está gozoso por su amor por ellos, y gozoso porque ellos comparten con él la gracia de Dios. Pablo quiere que ellos sepan que pueden experimentar todas estas cosas, y que también pueden ser como él: positivos, confiados, expectantes y activos. El crecimiento que Pablo desea para los filipenses (v.9-11) está plantado en un amor por Cristo que: [1]Abunda en amor y discernimiento; [2] Es puro e irreprensible, y [3] Está lleno del fruto de justicia.
Pablo ora que el amor de los creyentes filipenses por Dios traiga como resultado actos de amor por los demás. Allí es donde Dios quiere llevarlos, y donde Dios quiere llevarnos también. No importa qué es lo que estés enfrentando, puedes animarte porque la buena obra de Dios continúa en tu vida, aunque no puedas percibirla. Dios continúa su obra justo en medio de esa situación difícil en el trabajo, o con tu adolescente, o esa batalla con tu peso, o tu lucha con el desánimo. Dios te lleva hacia delante a medida que te sometes a Él. Su presencia y obra fiel nos da confianza. Al estar en esa conversación difícil con un amigo, puedes decirte, Cristo está obran ahora mismo para completar lo que ha empezado.
Al luchar con tus finanzas, puedes decirle a tu cónyuge, “Podemos superar esto porque Cristo está obrando ahora mismo para completar lo que ha empezado en nosotros”. Cuando parezca que estas perdiendo una batalla contra el pecado, puedes decir, tengo esperanza de victoria porque Cristo está obrando en mí ahora mismo para completar lo que ha empezado.
Esta confianza centrada en Cristo nos lleva hacia nuestra meta final, aquello para lo cual fuimos hechos: la alabanza y gloria de Dios (v.11). Recuerda que cuando Pablo le escribe a los filipenses, está en la prisión, comprobando las verdades que con tanto ánimo desea que ellos entiendan.
Raras veces la vida es sencilla. El crecimiento en la gracia de Dios es un proceso, no un evento.
Las cosas difíciles no se acabarán de repente porque las hayas encomendado al Señor. La Biblia es honesta en su descripción de cuán severa y amplia es nuestra guerra con el pecado. Los individuos, las amistades, las iglesias, los matrimonios y los vecindarios no cambian en un momento. La Biblia describe la vida cristiana como un viaje que a veces nos lleva por el desierto. Te cansarás y te confundirás. Tendrás momentos en los que te preguntes dónde está Dios. Batallarás para ver las promesas de Dios cumpliéndose en tu vida. Sentirás que seguir a Dios te ha traído más sufrimiento que bendiciones. Atravesarás momentos cuando parezca que los principios bíblicos no funcionan. Parecerá, a veces, que los malos ganan. Habrá momentos en los que te sientas solo e incomprendido. Habrá momentos en los que tengas ganas de claudicar.
Este pasaje tiene la intención de animarte a estar lleno de esperanza en medio de las cosas que no comprendes totalmente. No tienes que entenderlo todo. Lo que necesitas es conocer y confiar en aquel que entiende, y que sabe exactamente lo que está haciendo. ¿Ves tu vida como Pablo veía la suya y la de los filipenses? ¿Vives con una confianza centrada en Cristo? ¿Deseas lo que Dios desea para ti o te aferras firmemente a tus propios planes? Dios no parará sino hasta que cada pedazo de su obra esté completa en cada uno de sus hijos. Podemos tener valor y esperanza en cualquier situación. El sueño de Dios para nosotros se hará realidad.
VIENDO CON LOS OJOS DE CRISTO Dia 3.
Aquello que veas cuando te miras a ti mismo, condicionará tu esperanza y forjará tus acciones. Imagina una casa abandonada puesta en venta. Un comprador ve la casa tal y como está: La chimenea a punto de caer, los cristales rotos, la cocina de 1930, las tejas faltantes, la vieja instalación eléctrica, el techo que debía haber sido reemplazado desde hace diez años, y la hierba crecida en el patio. Queda abrumado por todo lo que se tendría que hacer para restaurar la casa. Encoge los hombros y se aleja de allí.
Demasiado trabajo, esperanza insuficiente. Otro comprador mira la misma casa, pero considera cómo se vería cuando esté totalmente restaurada. Ve niños jugando fútbol en el patio, ve huéspedes riéndose en el pórtico, un alimento maravilloso siendo preparado en la cocina, el vecindario reanimado. ¿Ambos compradores vieron la misma casa? Sí. ¿Las mismas posibilidades? Sí. Pero sólo un comprador tienen la esperanza y el valor para creer que puede hacer lo que es necesario para lograr un nueva realidad.
Cuando miras la “casa” que es tu vida, ¿Qué ves? ¿Ves problemas y quedas abrumado? ¿Te das por vencido y te alejas? ¿La manera en que ves tus problemas te hacen ponerte a la defensiva y enojado haces de cuenta que no están allí? ¿Hablas en público con lenguaje bíblico, pero en privado entras en pánico? ¿Huyes sumergiéndote en la TV, la comida, el trabajo u otras distracciones? ¿O ves los problemas con los ojos de Cristo, con esperanza en su presencia, su obra y su poder para cambiarte? A la luz de Filipenses 1:3-11, ¿Cómo te anima Dios a mirar tu vida de una nueva manera? ¿Qué quiere Dios que veas? Al considerar tu vida a la luz de este pasaje lleno de esperanza, ¿Cómo es este momento un paso hacia el destino final que Dios ha planeado para ti? El proceso de cambio – la restauración de tu casa – está yendo a un lugar. ¡De eso puedes estar seguro!
Viviendo teniendo en cuenta el destino final
La Biblia contiene la mejor y más importante historia del mundo, la historia de la redención. Tú y yo vivimos entre la primera y la segunda venida de Cristo, en medio de la historia. Algunas veces, la vida se parece mucho a la lectura de una novela. Estás a la mitad de la historia y no puedes resistir dar un vistazo a los capítulos finales para ver el desenlace de las cosas. Solamente cuando conoces el final, los giros de la trama comienzan a tener sentido.
La historia bíblica tiene un principio claro. De la nada, Dios creó un mundo hermoso y colocó a Adán y a Eva en él. Eran gente perfecta, viviendo en una relación plena y completa de amor, obediencia, y adoración al Creador. Tenían todo lo que podían necesitar o desear. Adán y Eva eran portadores de la imagen de Dios, asignados por Dios para ser administradores del mundo que había creado. Pero Adán y Eva no se conformaron con adorar y obedecer a Dios. En un acto impactante de desobediencia, se salieron del plan de Dios. Esta rebelión abrió las puertas del pecado y la destrucción sobre la que era la tierra perfecta.
El compañerismo entre Dios y el ser humano fue severamente quebrantada. El temor, la culpa y la rebelión sustituyeron el amor, la adoración y la obediencia. Toda la creación fue maldecida con hierbas, deterioro y enfermedad. Pero Dios no se conformaría con dejar las cosas deshechas. Declaró la guerra contra el pecado y envió a su Hijo a la tierra para ganar la victoria final en la cruz. Ahora aplica los resultados de esa victoria a sus hijos con cicatrices del pecado y a su tierra con marcas del pecado.
Cuando termine la historia bíblica, Dios vencerá a todo enemigo final, siendo la muerte el último enemigo. Seremos semejantes a Dios y viviremos con él para siempre. Esta información es importante por tres razones:
- Si quieres ir en la dirección correcta, necesitas conocer tu destino final.
- Los detalles de tu vida sólo tienen sentido si los ves desde la perspectiva de la eternidad.
- La eternidad nos enseña lo que realmente es importante en la vida.
La Biblia es un libro de historia que nos da todo desde nuestro origen hasta nuestro destino final. Dios abre el último capítulo de la historia para nosotros y nos invita a mirar, escuchar y luego a mirar de nuevo nuestras vidas. El propósito de libros como el Apocalipsis no es proveer mapas y gráficas para determinar cuándo será el regreso de Cristo. No, Apocalipsis está en la Biblia para ayudarnos a entender nuestro destino final, y al hacerlo, darle sentido a nuestro aquí y ahora.
La historia bíblica no tiene sentido sin la eternidad. Tiene que haber un final mejor que lo que vivimos ahora mismo. El pecado tiene que ser conquistado. La gente tiene que ser purificada. El cosmos tiene que ser restaurado. Cualquier cosa menos que eso sería una derrota universal. Todo el sufrimiento, el quebrantamiento, la aflicción, el sacrificio y la batalla no tendría sentido. Pablo lo dice poderosamente en 1 Corintios 15:19, “Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres”. Si Dios no nos está llevando a algún lugar, seguir a Cristo ha sido una pérdida de tiempo colosal. Tiene que haber más que esto – ¡Y sí lo hay! ¿Por qué José estaría dispuesto a perder oportunidades de ascender debido a que está comprometido a ser honesto e íntegro? Si esta vida es todo lo que hay, José sería un tonto. ¿Por qué Andrea estaría dispuesta a perdonar a Daniel vez tras vez por su deslealtad, si no hubiera una eternidad? Sería la víctima de su propia insensatez. ¿Por qué Pedro soportaría las burlas por su fe por parte de sus compañeros de escuela, si no hubiera más que esto? Si no hubiera una eternidad, la decisión de Pedro ha sido una estupidez. ¿Por qué Miguel invertiría demasiado tiempo, dinero y energía en el ministerio, si esta vida es todo lo que hay? ¿Para que obedecer fielmente? ¿Para qué dar con alegría? ¿Por qué voltear la otra mejilla? ¿Para qué estudiar la Palabra de Dios? ¿Por qué orar sin cesar? ¿Para qué estar comprometido con lo que es correcto? ¿Por qué buscar justicia y misericordia? ¿Para qué hacer sacrificios personales? ¿Por qué perseverar? ¿Por qué adorar? Todo lo que Dios hace y todo su llamado para nosotros, tiene sentido sólo desde la perspectiva de la eternidad. Si la historia no tiene final, los creyentes son un puñado de necios que son dignos de conmiseración. No existe ninguna razón para lo que hemos tratado de hacer. Pero sí hay un capítulo final. Dios lo ha abierto para que podamos mirarlo y luego miremos de nuevo nuestras vidas con esperanza y entendimiento.
Echando una mirada y Mirando de nuevo nuestras vidas Dia 4.
Uno de las escenas más asombrosas en la Biblia está descrita en Apocalipsis 7.
Después de esto miré, y apareció una multitud tomada de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas; era tan grande que nadie podía contarla. Estaban de pie delante del trono y del Cordero, vestidos de túnicas blancas y con ramas de palma en la mano. Gritaban a gran voz: «¡La salvación viene de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero!» Todos los ángeles estaban de pie alrededor del trono, de los *ancianos y de los cuatro seres vivientes. Se postraron rostro en tierra delante del trono, y adoraron a Dios diciendo: «¡Amén! La alabanza, la gloria, la sabiduría, la acción de gracias, la honra, el poder y la fortaleza son de nuestro Dios por los siglos de los siglos. ¡Amén!» Entonces uno de los ancianos me preguntó: —Esos que están vestidos de blanco, ¿quiénes son, y de dónde vienen? —Eso usted lo sabe, mi señor —respondí. Él me dijo — Aquéllos son los que están saliendo de la gran tribulación; han lavado y blanqueado sus túnicas en la sangre del Cordero. Por eso, están delante del trono de Dios, y día y noche le sirven en su templo; y el que está sentado en el trono les dará refugio en su santuario. Ya no sufrirán hambre ni sed. No los abatirá el sol ni ningún calor abrasador. Porque el Cordero que está en el trono los pastoreará y los guiará a fuentes de agua viva; y Dios les enjugará toda lágrima de sus ojos. (Apocalipsis 7:9-17)
Entra a esta escena de la eternidad. Mira a tu alrededor, escucha cuidadosamente, y luego vuelve a ver tu vida para entender lo que no puede ser entendido de ninguna otra manera. Apocalipsis 7 nos permite ver al Cordero en el trono y escuchar las voces de los santos que han completado su viaje. ¿Te ves en la multitud? Estos santos son personas como tú. Como tú, sufrieron el calor sofocante de la vida terrenal.
Como tú, pasaron por el proceso divino del cambio radical. Ahora han alcanzado su destino final. Están delante del trono de Dios, purificados y libres, con una entrada total a la presencia del Rey de reyes y Señor de señores, su Salvador, su Cordero que los pastorea. Considérate entre ellos, porque en la historia de Dios, estás allí. Ese es tu destino final. Allí es a donde Dios te está llevando. Pasarás con éxito a través del calor. Algún día estarás delante del trono. Habrá un momento cuando tu voz será escuchada en el coro de alabanza que nunca terminará. Algún día te convencerás de que todo valió la pena. La vida se ve dramáticamente diferente cuando las cosas se examinan con los lentes de la eternidad.
El destino final clarifica nuestros valores
Escucha cuidadosamente a los santos que miran de nuevo la vida terrenal. Al considerar todo lo que experimentaron, ¿Qué es lo que celebran? Estos peregrinos podrían celebrar un buen trabajo, una casa hermosa, vecinos amistosos, un matrimonio feliz, salud física y muchas otras cosas. Todas estas son cosas buenas y es apropiado estar agradecido por ellas. Pero los santos en el otro lado no celebran nada de esto. Al estar delante del Señor, coronados y reinando con él, su restauración es completa. Dios ha terminado su obra de transformación en sus vidas al transformar sus corazones por su gracia. Al estar delante de él, son como él en verdadera justicia y santidad. Por lo mismo elevan cada vez más su voz de adoración y celebración diciendo: “¡Lo hiciste! ¡Lo hiciste! Hiciste lo que no podíamos hacer nosotros. Quebraste nuestras ataduras al pecado y nos restauraste para ser los adoradores dispuestos conforme a tu propósito”. La cosa más importante que está ocurriendo en tu vida ahora mismo no es esa casa nueva o ese empleo nuevo. No es tu éxito profesional o el amor de un amigo. La única cosa digna de celebrarse por toda la eternidad es tu redención. Por la gracia de Dios, estás siendo liberado progresivamente de la única cosa que puede destruirte completamente: el pecado. Pero Dios no sólo te libera, sino también te restaura. Te está haciendo participante de su naturaleza divina.
Habrá un día cuando estarás delante del trono de Dios. No estarás ansioso por la vergüenza ni temeroso por la culpa. Al estar delante de él, serás semejante a él porque su gracia te hizo participante de su naturaleza divina. En ese momento, no estarás celebrando los regalos físicos terrenales. Tu corazón rebosará con la realidad de la victoria de Dios. Las batallas de cambio y crecimiento quedarán en el pasado para siempre. El destino final es su presencia y su trono. Juntos, vestidos con togas blancas de justicia y coronados de gloria, celebraremos la única cosa por la cual vale la pena vivir: el Cordero y su salvación. Allí es donde Dios te está llevando.
¿Te acuerdas de Jazmín, Francisco, Nidia y Ricardo, a quienes presentamos al principio de este capítulo? Revisemos sus historias y veamos la ayuda que les daría el mirar sus vidas desde la perspectiva de la eternidad. Es fácil entender por qué Jazmín quiere tirar la toalla. La vida con Bruno ha sido difícil. Hay días cuando todo parece imposible. ¿Cómo podrá ocurrir el cambio? Pero Jazmín necesita ver su situación con los ojos del evangelio. La citación de Bruno no está fuera del círculo de la gracia de Dios. Este es el tipo de cosa por la cual murió Cristo. De hecho, Cristo está obrando, en medio del desastre y la decepción del matrimonio de Jazmín; todavía trabaja para completar lo que ha empezado.
La eternidad nos recuerda que hay un final, y hay alguien comprometido a hacer lo necesario para llevarnos hacia ese final. La eternidad también tiene el propósito de recordar a Jazmín que la gracia es un proceso. Las fortalezas tercas del pecado no caen en un momento.
La gracia es un proceso y Dios está comprometido a terminar ese proceso en cada uno de sus hijos. La eternidad es una garantía de que Dios continuará en Jazmín lo que ha empezado.
¿Te acuerdas de la decepción de Francisco por haber no haber sido tomado en cuenta para el liderazgo de su iglesia? En los siguientes domingos tranquilos que siguieron en los que Francisco no asistía a ningún lugar para adorar, Dios no había terminado con él. Francisco no podía dejar de pensar. Comenzó a preguntarse si lo que había pasado en la iglesia no era una falla del amor de Dios, sino una señal del mismo. Al sentarse solo, sintiéndose un poco viejo y triste, comenzó a pensar en la eternidad. Al hacerlo, las cosas comenzaron a aclararse. Francisco recordó que Dios estaba obrando en su reino; el problema era que no era en el que Francisco había estado trabajando.
Francisco estaba decepcionado porque su reino no había venido. Su reino se trataba de estar en el centro del poder de su iglesia local. Pero en toda su decepción con el liderazgo, Dios estaba obrando para construir su reino en el corazón de Francisco. Estaba preparando a Francisco para vivir gozoso en su reino eterno para siempre. Francisco descubrió sorprendido que su emoción por la iglesia tenía poco que ver con un amor por Cristo, su regalo de gracia, y su obra continua de redención. Cuando Francisco comenzó a confesar que su decepción y enojo no eran tanto con la iglesia, sino con Dios, entonces fue capaz de reconciliar su relación la iglesia.
Nidia, simplemente, tenía confusión en su identidad. Aunque era hija de Dios, esa identidad, y todas las cosas gloriosas que esto significa para ahora y el futuro, no tenían impacto alguno en la manera en la que pensaba de sí misma y de su vida. Cuando Jesús nos salva, no sólo cambia lo que somos, sino también cambia quiénes somos. Cuando los santos en el cielo miran y celebran sus vidas en la tierra, celebran su inclusión en la obra divina de redención. Celebran su identidad como sus hijos y la conclusión de todo lo que Dios prometió hacer en ellos y a través de ellos. Nidia necesita permitir que la eternidad clarifique su identidad al igual que sus valores. Necesita plantar su identidad en las realidades espirituales duraderas, no en las realidades pasajeras del mundo físico. Necesita mirarse desde la seguridad de lo que es como hija de Dios y dónde la está llevando Dios al estar obrando en el desastre de su aquí y ahora. A pesar de sus pecados, debilidades y faltas, Nidia tiene una razón para salir de la cama y continuar viviendo. Es una hija de dios con un futuro más allá de lo que pudiera imaginar o pedir. En sus luchas actuales, Dios está usando las cosas que ella nunca planeó para producir aquello que no podía lograr por sí misma.
Ricardo siempre ha tenido un punto de vista de la vida falso y peligroso. Aunque es hijo de Dios, Ricardo ha creído la mentira de mentiras. Realmente creyó que el verdadero significado, propósito y plenitud de la vida se puede encontrar en las cosas materiales. El problema fue que Ricardo no sabía que esto le estaba pasando. Pensaba que tenía un corazón para Dios. Pensaba que Dios era su fuente de esperanza y seguridad. Por mucho tiempo, el corazón de Ricardo había sido regido más por la creación que por el Creador, pero Ricardo no podía notarlo porque no podía solventar ir a donde su corazón quería ir.
La herencia reveló lo que realmente estaba pasando en el corazón de Ricardo.
Por esta guerra de deseos, Dios nos invita a dar un paso en la eternidad, mirar alrededor y luego mirar de nuevo nuestra vida. Como Ricardo, necesitamos que se clarifiquen nuestros valores. El mundo a nuestro alrededor es atractivo y tóxico. Parece que puede dar vida, pero en realidad no lo puede hacer. La eternidad le recuerda a Ricardo y a cada uno de nosotros qué es verdaderamente importante y dónde puede hallarse la vida. Cuando Ricardo comience a mirar su vida desde esta perspectiva, dejará de sentirse ebrio con sus riquezas recién encontradas. Se sentirá bastante iluso por todas las cosas de las que se rodeó: fallaron totalmente en hacerlo feliz.
¿Y qué tal tú? ¿En qué aspectos de tu vida te has preguntado si vale la pena seguir al Señor? ¿Dónde has batallado por entender lo que está haciendo? ¿Dónde la confusión y la decepción han debilitado tu fe? ¿En qué has claudicado? ¿En qué aspectos estás huyendo del Señor en vez acudir a Él? ¿Cómo ha sido interrumpida la obra divina de cambio en tu vida por la duda, la confusión o el miedo?
Al escuchar a los santos en la eternidad ¿te puedes ver allá? Si eres uno de los hijos de Dios, estás en esa escena. De hecho, estás viendo tu futuro. Este es el final de tu historia. ¿Cómo te anima el destino final para continuar tu viaje? ¿Cómo debería el capítulo final cambiar la manera en la que respondes en los capítulos de en medio? ¿En dónde obtienes nueva esperanza aun cuando no parece haber mucha esperanza a tu alrededor? Tú y yo sólo seremos capaces de entender lo que es valioso cuando examinemos las cosas desde la perspectiva de la eternidad. Los ojos de la eternidad pueden decirnos aquello por lo cual vale la pena vivir y morir. Piensa en esto de manera personal y práctica. ¿Para qué estás viviendo? ¿Cuál es tu
meta en la vida? ¿Cómo completas la línea “Si tan solo tuviera____________ ”? Cada vez que confrontas a un
amigo, le levantas la voz a tu hijo, o le aplicas la “ley del hielo” a tu cónyuge, estás tratando de lograr algo. ¿Cuál es la meta? Si estudias por horas o trabajas sesenta horas a la semana, tienes un propósito en mente. ¿Qué esperanzas y promesas está dando dirección a tu vida?
Al igual que Jazmín, Francisco, Nidia y Ricardo, siempre miras tu vida desde el punto de vista de tus esperanzas y sueños. Siempre tienes alguna meta o destino final en mente, inclusive cuando ni te das cuenta. La pregunta es si esas esperanzas, planes, metas y promesas que dirigen tus acciones y palabras son dignas de tu llamamiento como hijo de Dios. ¿Reflejan el propósito de Dios para hacerte más semejante a Jesús? ¿Te mueven en esa dirección? ¿Te acercan a Aquel que puede llevarte allí?
El proceso de cambio en el cristianismo no gira en torno a un sistema de redención, sino en torno a una persona que redime. La Biblia nos llama a enfocarnos en Cristo nuestro Redentor – la Palabra de Dios hecha carne – quien nos da la pauta y el poder para el cambio. Cristo es nuestra esperanza. Él une el perdón del pasado con el crecimiento del presente y con la esperanza del futuro. La esperanza para el presente está plantada en la esperanza de la eternidad. Descansa en él. La esperanza de la eternidad es Cristo, y puesto que lo tengo en mi vida ahora, se que me fortalecerá para completar el viaje a fin de que pueda verlo cara a cara.
Preparación para el destino final Dia 5.
Fue una de esas conversaciones nocturnas de padres preocupados que se dan cuando estás asustado por la dirección que está tomando uno de tus hijos. Mientras más hablábamos mi esposa y yo acerca de las peores situaciones posibles, más sentíamos pánico como padres. Nos enfocábamos en nuestros temores y en todo lo que podía salir mal. Nuestro pánico no menguó sino hasta que comenzamos a ayudarnos a ver la obra del Señor en la vida de nuestro hijo. Éramos padres cristianos diligentes, pero aun así éramos ciegos a lo que Dios estaba haciendo ante nuestros ojos. Estábamos buscando en todos los lugares equivocados. El resultado fue un pánico desesperante. Necesitábamos ver que nuestra esperanza no estaba en el hecho de que tuviéramos todo bajo control – por supuesto que no lo teníamos. Nuestra confianza no podía estar en el hecho de que tuviéramos todo bien empacado en una caja con su moño – de hecho, las cosas estaban bastante revueltas. Nuestra confianza tenía que estar en que Cristo nos cargaba – a nosotros y a nuestro hijo- a través del proceso que había ordenado y completaría. Comenzamos a ver que este momento difícil fue un paso dado por Dios hacia un destino maravilloso. Esto nos preparó para lidiar de una manera muy diferente con el asunto que anteriormente produjo temor.
¿Hay alguien en tu vida a quien estás viendo con los lentes del temor pesimista? ¿Hay alguien que ya diste por caso perdido? ¿Hay alguien al que tratas de evitar a toda costa? ¿Hay alguien en tu vida a quien temes? ¿Hay alguien contra quien guardas amargura? ¿Hay alguien a quien envidias? ¿Qué te diría Dios acerca de tu relación con esta persona? ¿Cómo cambian tu relación con él o ella la perspectiva de los pasos de Dios hacia tu destino final? Necesitas hacer de tu destino final los lentes con los que evalúes tu vida.
Todos sabemos que la vida es desordenada, difícil, caótica, vergonzosa y aburrida. A menudo lidiamos con cosas que están fuera de nuestro control. Las cosas buenas tienden a salir mal y las cosas malas tienden a seducirnos. La gente nos lastima y decepciona. El cambio a veces es más lento de lo que deseamos. La Palabra de Dios está llena de poderosos principios para la vida, pero aplicarlos a la vida no siempre es una tarea fácil. Tendemos a encontrar los mismos problemas una y otra vez. Es fácil creer que somos incapaces de cambiar y que todo nuestro esfuerzo es inútil.
El evangelio nos llama a ver el desastre de la vida de una manera radicalmente diferente. Las buenas noticias del evangelio es que Cristo ha conquistado el pecado y la muerte, y con esto, ha conquistado todo final sin sentido y sin esperanza. Nuestro destino final impregna a cada palabra, acción, deseo y respuesta con significado y propósito. No hay situaciones completamente desesperanzadas. El evangelio nos invita a tener un realismo esperanzador.
Podemos ver a la vida a los ojos y aun así seguir esperanzados por quién es Cristo y el lugar a donde nos está llevando. Todo lo que Dios ha traído a tu vida ha sido traído pensando en tu destino. Dios te está llevando hacia delante, aunque pienses que estas atorado. Tu destino está seguro. Todas las cosas por las que vale la pena vivir no te las pueden arrebatar. Sí, puede ser que pierdas tu trabajo, tu salud, tu casa, tu carro o tu amigo. La pérdida de cualquiera de estas cosas será difícil. Pero no puedes perder tu identidad en Cristo. No puedes perder su amor y gracia. No puedes perder el regalo de su perdón o el lugar reservado para ti en el cielo. Cuando mantienes tus ojos en este destino y buscas las cosas que te lleven allá, puedes vivir seguro en un mundo en el que parece que nada está garantizado. No estarás exento de las dificultades de la vida, pero puedes descansar con seguridad que tu Salvador usará cada una de ellas para prepararte para el lugar al cual te está llevando.
Piénsalo por un momento. Puedes tener paz aunque no sepas como terminará el drama de hoy o qué traerá el mañana. Puedes vivir con gozo aun cuando las cosas te entristezcan. El gozo cristiano no se trata de vivir evitando la vida mientras se sueña con el cielo. Se trata de dar una mirada totalmente honesta a toda la vida terrenal a través de los lentes celestiales. Allí encontramos esperanza verdadera.
Quizá estás pensando, estoy agradecido de que hay un destino final para mí, pero simplemente no creo poder lograrlo. Dios nunca tuvo la expectativa de que hicieras el viaje a solas. El provee la mejor ayuda posible para el camino. Pablo lo dice con estas palabras, “Toda la plenitud de la divinidad habita en forma corporal en Cristo; y en él, que es la cabeza de todo poder y autoridad, ustedes han recibido esa plenitud. (Co2:9-10). Esta plenitud se refiere al momento en la vida de Cristo cuando el Espíritu Santo descendió sobre él en forma de paloma.
La plenitud que nos ha dado Cristo es el mismo Espíritu Santo. Dios mismo viene a vivir en nosotros y tenemos todo lo que necesitamos para ser transformados a la imagen de Cristo. Esta “plenitud” no es algo que tengamos que ganar o lograr. Ya está dentro de nosotros como un regalo de su gracia. Esto significa que nunca estás vacío espiritualmente; nunca estás por tu cuenta; nunca vives por tus propias fuerzas, recursos o sabiduría. ¿Por qué? Te ha sido dada la plenitud del Espíritu Santo. Lo que Dios ha comenzado en ti, lo completará. Tu destino ha sido ya decidido. Aquel que lo decidió te dará todo lo que necesites para que llegues allí.
