Semana -2- ESPERANZAS IMPOSTORAS

Día 1.

Nada es más obvio que la necesidad de un cambio. Nada es menos obvio que cuál es el cambio que se necesita y cómo puede ocurrir ese cambio. En el capítulo 1 consideramos la existencia de una brecha en el evangelio en la cultura de la iglesia. En este capítulo, consideremos cómo las influencias culturales pueden llevar a los cristianos a buscar senderos alternativos para cambiar que van más allá de la Escritura.

EL CRISOL DE LA VIDA DIARIA

Carlos, es un hombre soltero en su tercera década de vida. Lucha con los altibajos de su depresión cada día. Cuando tenía diez años, su padre abandonó a su familia y Carlos fue crecido por su madre y sus padres. Durante su niñez, su familia se mudó cuatro o cinco veces, así que Carlos siempre se sintió como el chico nuevo de la cuadra. Luego, en su segunda década de vida conoció a Julia. Por primera vez sintió que alguien se interesaba por él. Al fin su vida parecía comenzar a tomar rumbo. Pero dos años después, la relación con Julio terminó. Desde hace seis años, Carlos ha tenido la esperanza y a orado para que Julia regrese con él.
Carlos creció aprendiendo de la Biblia y yendo a la iglesia. Se considera creyente, pero con su vida y emociones desanimadas, la Escritura y el consejo cristiano le parecen aburridos y a veces repulsivos. “No pienses demasiado en ti mismo; comienza a pensar en otros”. “¿Por qué no estás leyendo la Biblia más y asistiendo regularmente a la iglesia?”. “Dios es soberano”. Estas respuestas no funcionan para Carlos. Sólo le traen más amargura y depresión.
Carlos quiere ayuda. Odia sentirse incapaz de funcionar en la vida. Ve su vida en términos de la ley de Murphy: Si algo puede salir mal, es probable que así sea. Si algo puede ir bien, es probable que no suceda. Si su camioneta se descompone o tiene dolor de muela, Carlos vuelve estas dificultades normales en una pila más grande de autocompasión, amargura y desesperanza. Le parecen una clara evidencia de que su vida es una broma y que un Dios distante goza en tenderle jugarretas. Carlos sabe que algo necesita cambiar. Pero qué y cómo.

Juan y Cintia raras veces tienen una discusión. Su matrimonio es tranquilo, pero se está derrumbado por dentro. Juan siente que Cintia no valora su participación como esposo ni le honra como tal. Cintia no se siente respetada por Juan. No le pide su opinión en decisiones cruciales. Se entera de las cosas ya que ocurrieron. Recientemente, Juan compró un carro para su hijo adolescente. Cintia se enteró cuando padre e hijo lo estacionaron en la puerta. Esto inflamó la amargura que había albergado la mayor parte de su matrimonio.

La pauta de Juan y Cintia ha existido por largo tiempo. Juan piensa que su matrimonio quizá ya se acabó. Aunque Juan y Cintia profesan fe en Cristo, asisten a la iglesia regularmente y oran juntos como familia, cada vez se hace más difícil mantener la fachada. En cualquier momento se puede derrumbar. Juan y Cintia saben que algo necesita cambiar, pero se sienten atorados cuando piensan acerca de qué y cómo debe cambiar.

MÁS CERCA DE CASA DE LO QUE PENSAMOS

Las historias de Juan, Cintia y Carlos nos son familiares. Entendemos su confusión y cuán fácilmente pueden estar engañados por el pecado. Después de todo, el pecado nos ataca sigilosamente con el tiempo. Somos como la rana proverbial en la caldera de agua hirviendo lentamente. El agua se calienta más y más, y la rana simplemente se ajusta a la temperatura poco a poco hasta que se cuece.

Carlos no despertó un día y decidió que la vida era abrumadora. Ocurrió con el paso del tiempo, aunque no entiende cómo. Juan y Cintia no pensaban que su matrimonio se dirigía a la muerte. En cada etapa, hicieron ajustes y excusas que les permitieron seguir funcionando. Pero en un punto de crisis, sus problemas emergieron y comenzaron a hablar de sus frustraciones. El quedarse callado y fingir indiferencia ya no funcionaban. De hecho, hacer a un lado los problemas había empeorado las cosas. Ya eran demasiado grandes para actuar como si no existieran.
Carlos, Juan y Cintia necesitan ayuda. Necesitan identificar el problema verdadero y descubrir la solución verdadera.

Día 2.

FALSAS ESPERANZAS

Todos vivimos en algún punto entre la esclavitud y la libertad. La Biblia nos advierte de lo engañoso que es el pecado y su esclavitud. Está llena de las promesas de libertad que tenemos en Cristo. Pero nuestra cultura tiene sus propias advertencias y promesas de libertad, soluciones falsas prometidas en varias teorías del cambio. Estas teorías alternativas suelen ser muy atractivas. Nos prometen que podemos evitar el caos, vivir en libertad y mantener intacto nuestro propio plan y orgullo. Los cristianos siempre han enfrentado estos problemas. Siempre hemos tenido que escudriñar falsas promesas y teorías del cambio. Aun en el primer siglo, Pablo les dijo estas palabras a sus hermanos creyentes:
―Por eso, de la manera que recibieron a Cristo Jesús como Señor, vivan ahora en él, arraigados y edificados en él, confirmados en la fe como se les enseñó, y llenos de gratitud. Cuídense de que nadie los cautive con la vana y engañosa filosofía que sigue tradiciones humanas, la que va de acuerdo con los principios de este mundo y no conforme a Cristo‖ (Co 2:6-8).
Nadie los cautive

Pablo está interesado en que no permitamos ser cautivados “con la vana y engañosa filosofía”. La palabra griega traducida como “cautivar” es más bien “raptar” o “secuestrar”. Pablo señala que podemos ser secuestrados por la falsedad cuando menos lo esperamos. Nos urge a vivir con nuestros ojos abiertos a las influencias culturales que buscan ganar nuestra lealtad cuando no estamos poniendo mucha atención. Pero no se engañen. No piensen que las advertencias de Pablo sólo se aplican a decisiones grandes y a doctrinas importantes. Las batallas se ganan o pierden en los pequeños momentos de la vida.

Un día experimenté esto cuando una tarde mi esposa y yo estábamos ocupados trabajando en el patio. Varios de nuestros hijos estaban jugando afuera y ayudando un poquito. Fue un momento alentador como padre hasta que comencé a preguntarme dónde estaba mi otra hija. No estaba afuera ayudando. Estaba ocupada enviando mensajes instantáneos a su amiga en la computadora. Comencé a contar las horas que había estado en la computadora los últimos días y comencé a enojarme. ¿Por qué no está ayudando como el resto de la familia? Pasa mucho tiempo en la computadora. Raras veces hace su parte en la casa. Y mi enojo creció.

Lo que era irónico fue que toda la semana había estado orando y preparándome para un sermón acerca de la humildad y la paciencia. Pero en mi patio, rápidamente me capturó la idea de que mi enojo era legítimo, de que no estaba haciendo nada malo, sino toda la culpa la tenía mi hija. En ese momento comuniqué mi irritación a mi esposa. Estoy agradecido que ella, con paciencia y humildad, me amonestó. Pero aun así, justificaba mi irritación y culpaba a mi esposa por no apoyarme con los niños. Todo esto pasó en uno cuantos minutos mientras meditaba en un pasaje acerca de amar a personas difíciles. Me dieron la oportunidad de practicar lo que estaba planeando predicar, pero decidí ir en la dirección contraria. En vez de experimentar cambio en mi propia actitud y conducta, me enfoqué en mis circunstancias. De una manera conveniente, le pasé a mi hija la responsabilidad de cambiar. Mantuve intacto mi plan y en mi corazón me dirigí a mi hija de maneras pecaminosas. El problema, desde mi punto de vista egoísta, era mi hija. La solución era cambiarla. Justifiqué mi enojo pecaminoso en nombre de la disciplina paternal y la rendición de cuentas. Y aunque este hubiera sido un momento adecuado para desafiar las decisiones de mi hija, había comenzado en el lugar incorrecto: en su conducta, no en mis propias actitudes y emociones.
Vana y engañosa filosofía
¿Cómo es que somos cautivados tan fácilmente? Pablo nos dice que somos cautivados por diagnósticos y soluciones vanas y engañosas que se presentan como superiores a Cristo. En nuestra cultura abundan teorías vanas y engañosas del cambio que se hacen pasar por sabiduría bíblica, a menudo porque toman prestado algún aspecto de la verdad bíblica. No obstante, son vanas porque carecen del centro de la sabiduría bíblica, el cuál es Cristo. De alguna manera, permiten que la persona viva independiente de Cristo y evaden la transformación profunda del corazón que sólo Cristo puede lograr.

¿Qué alternativas vanas y engañosas existen en nuestra cultura?
¿Qué se presenta como una alternativa convincente en lugar de un cambio centrado en Cristo?

Estas filosofías dependen de la tradición humana y los principios básicos del mundo en vez de Cristo. Quizá sean ofrecidos a Juan, Cintia y Carlos (a ti y a mí) por personas que nos quieren ayudar, pero nos arrastran lejos de Cristo y de todos sus beneficios. Consideremos algunas de las perspectivas más comunes.

Día 3.

¿QUÉ NECESITA CAMBIAR?

¿Mis circunstancias?

El enfoque del cambio más simplista y popular se enfoca en las circunstancias externas. “Necesito más dinero”. “Si pudiera cambiar mi apariencia, mi vida sería mejor”. “Si me casara la vida me sonreiría”. “Si pudiera salirme de este matrimonio y encontrar a alguien que me valore, no estaría tan deprimida”. “Si mis hijos me respetaran como se debe, sería más agradable”. Este es el tipo de pensamiento en el que caí respecto a mi hija. Me parecía tan correcto enfocarme en sus faltas y en su necesidad de cambio. El señalar con el dedo es la estrategia, y la meta es cambiar mi vida por medio de cambiar las circunstancias a mi alrededor. En el huerto, justo después de la Caída, Adán fue el primero en utilizar este enfoque al culpar a Eva (y a Dios) de su propio pecado: “La mujer que me diste”. Es la culpa de la otra persona. Si no es otra persona, es algo más – el día duro de trabajo que me hizo hablarte bruscamente; la falta de dinero que me lleva a hacer trampa en mis impuestos.

En cada situación difícil, abunda la tentación de culpar a los demás.
Este enfoque del cambio no sólo es engañoso, sino también es vano. No toma en cuenta mi necesidad de la gracia redentora de Cristo y coloca la culpa de mis pecados a la puerta de Dios. Culpamos a Dios de haber puesto en nuestras vidas a la persona problemática o la circunstancia. Ponemos en tela de juicio la sabiduría, bondad y carácter de Dios. Obviamente, con este enfoque, la gracia de Dios no será buscada ni recibida.

¿Mi conducta?

Algunas veces estamos dispuestos a reconocer que la necesidad del cambio está cerca de casa. “Debería ser más paciente y amable con mi esposa”. “Debo dejar de explotar con mis hijos y comenzar a dar más a mi iglesia”. “Debería alcanzar para Cristo a mis vecinos y dejar de visitar esas páginas del internet”. “No debería dejar que las opiniones de la gente me exasperen”. Muy probablemente, todas estas declaraciones son verdaderas. Tu conducta necesita un cambio. Pero este enfoque sólo ataca las acciones externas. No atiende las razones por las que continúas haciendo estas cosas. En vez de eso, la persona simplemente espera poder reemplazar la mala conducta con buena conducta. Cree que sólo necesita algunas habilidades. No quiere realizar el trabajo doloroso y largo de mirar las motivaciones. Sólo quiere lidiar con el problema de la conducta con técnicas que le permitan navegar por la vida sin problemas.

En el caso de Juan y Cintia, este enfoque quizá los lleve a aprender mejores habilidades de comunicación – lo que se debe y lo que no se debe hacer en un conflicto, y algunas estrategias para satisfacer las necesidades mutuamente. Una versión cristiana de este enfoque incluiría algunos versículos bíblicos que los instruyan sobre nuevas maneras de comportarse. ¿Qué tiene eso de malo? Juan y Cintia necesitan aprender las nuevas habilidades para vivir juntos. La Biblia está llena de principios y mandamientos para ser paciente, hablar la verdad en amor, escuchar bien y hablar gentilmente y de manera edificante. No obstante, un enfoque en la conducta para el cambio es hueco porque no toma en cuenta la necesidad de Cristo y su poder para cambiar primero el corazón y luego la conducta. En vez de eso, incluso la versión cristiana de este enfoque, separa los mandamientos de la Escritura de su contexto en el evangelio y centrado en Cristo.

Los pasajes de la Biblia que enfatizan la necesidad de una nueva conducta están basados en el cimiento de la gracia de Dios obrando para cambiar nuestros corazones por medio del poder del Espíritu Santo. La Palabra y el Espíritu obrando juntos, nos habilitan para ver a Cristo en todo su poder y misericordia. Esto nos lleva a un cambio de corazón al nivel de lo que adoramos y atesoramos en un momento dado. Este tipo radical de corazón me reorienta verticalmente y me arrepiento de lo que he atesorado en vez de Dios. Este cambio vertical luego me lleva a una nueva conducta en el plano horizontal. Un enfoque del cambio que sólo se enfoca en la conducta externa nunca es suficiente. El cambio bíblico es mucho más que eso.

¿Mi forma de pensar?

Has visto los comerciales de televisión. Muestran un mal social como el racismo o las enfermedades de transmisión sexual y terminan con un mensaje animado de que la educación cambia a las personas. En este enfoque del cambio, tu pensamiento necesita ser ajustado para que tu conducta refleje los pensamientos apropiados acerca de tus circunstancias. Por ejemplo, a Carlos se le pediría que piense en las metas que no logró completar en la vida que hacen que se sienta desilusionado. Quizá le animen a que ajuste sus expectativas para que se sienta menor deprimido si no las llega a cumplir.

Esta perspectiva del cambio está cercana a un entendimiento verdaderamente bíblico del cambio, pero no es suficiente. Nuestras expectativas y deseos juegan un papel enorme en determinar nuestras acciones y respuestas en la vida, y la Biblia nos llama a cambiar la manera en la que pensamos de las cosas. Pero este enfoque de nuevo omite a la persona y obra de Cristo como el Salvador. En vez de eso, nuestra relación con Cristo queda reducida a “pensar sus pensamientos” y a “actuar como el actuaría”. Si tienes un problema con la ira, te dicen que memorices ciertos versículos para que puedas recitarlos en momentos de enojo. Si luchas con el miedo; debes leer los pasajes de la Escritura que se enfocan en confiar en Dios cuando uno está temeroso.

Este énfasis en el pensamiento como la solución a nuestros problemas falla al no incluir a la Persona que ha venido no sólo a cambiar la manera en la que pensamos acerca de la vida, sino a cambiarnos también. Somos más que pensadores. Somos adoradores que entramos en una relación con la persona o cosa que pensamos que nos dará vida. Jesús viene a transformar nuestro ser entero, no sólo nuestra mente. Él viene como una persona, no como un concepto cognitivo que insertamos en una fórmula más para vivir.

¿El concepto de mí mismo?

“Cree en ti mismo”. “Eres una persona buena y talentosa. Sigue adelante”. “Puedes hacer cualquier cosa que te propongas”. “No seas tan duro contigo mismo”. Este enfoque del cambio busca dentro de uno mismo el poder para cambiar. Parece ser más profundo porque atiende nuestros sentimientos más íntimos. Sencillamente se “sienten” más reales.
Ésta perspectiva comienza con un punto de vista positivo de nuestra bondad innata y la necesidad de declarar nuestra bondad. Se nos dice que mientras más lo hagamos, más capaces seremos de amarnos a nosotros mismos y a los demás. El gran mandamiento a menudo es citado como la prueba bíblica de esta teoría del cambio: “No puedes amar a Dios y a los demás si no te amas primero a ti mismo”. Suena tan bíblico, pero supone cosas que son ajenas a la Biblia. La suposición más importante que hace esta teoría es que nuestros corazones están vacíos y necesitan llenarse. Pero la Biblia no dice que estemos vacíos. En vez de eso, dice que somos una caldera de deseos por todo, excepto por el Dios vivo y verdadero. Este enfoque dice que si nos sentimos huecos es porque las cosas que buscamos no son suficientes para satisfacer lo que sólo Dios puede satisfacer. Pero ¡no somos seres vacíos! Somos rebeldes en contra de Dios. Esta perspectiva es engañosa porque parece describir cómo nos sentimos por dentro, pero nos hace ver mucho más pasivos e inocentes de lo que somos en realidad. La Biblia nos describe como desertores y enemigos de Dios que queremos llenarnos con cosas en la creación en vez del Creador (Ro 1:21-25). Esta perspectiva nos halaga mucho más de lo que merecemos.
El enfoque de la Escritura nos llama a abandonar las cosas con las que hemos tratado de llenar nuestro vacío. Antes de poder ser llenos con la gracia de Dios, debemos entrar a un arrepentimiento inteligente y honesto. Debemos abandonar y demoler los reemplazos de Dios que han suplantado al Dios verdadero en nuestras vidas. El arrepentimiento es una forma de vaciar nuestro corazón. Santiago 4:1 dice que peleamos con otros, no porque estemos vacíos, sino porque estamos llenos de deseos que batallan dentro de nosotros. Juntamente con el arrepentimiento profundo, la Escritura nos llama a una fe que descanse y se alimente del Cristo vivo. Él nos llena de él por medio de la persona del Espíritu Santo y nuestros corazones son cambiados por fe.
La Biblia concuerda en que la culpa y el odio a uno mismo pueden estorbar el cambio. Leyendo superficialmente, parecería verosímil que necesitamos muchos elogios y halagos: si tan sólo pudiera lidiar con esta culpa opresiva e incrementara mi autoestima, entonces estaría libre para vivir y amar. Pero este enfoque es hueco porque no ofrece buenas noticias para la persona culpable y que se repugna a sí misma. En vez de conectar nuestra culpa y vergüenza con nuestro propio pecado y rebelión en contra de Dios, esta perspectiva minimiza nuestra culpa y pierde una gran oportunidad para llamarnos a estimar la obra de Cristo en nuestro favor. Oscurece el camino hacia el perdón, gozo y paz reales en la cruz. Similarmente, la persona que actúa bajo un falso sentido de culpa y vergüenza por los pecados de otros en su contra, necesita más que elogios y halagos para su autoestima. Necesita ver que la cruz deja claro que ella es responsable por sus propios pecados, no por los pecados de otros que la han dejado herida tan profundamente. La perspectiva de Dios del pecado se lleva su vergüenza y repugnancia de sí misma por medio de darle una identidad que está enraizada en Cristo, no en la maldad que ha experimentado.

La cruz nos recuerda que aunque somos hechos a la imagen de Dios, estamos profundamente defectuosos y tendemos a amarnos a nosotros mismos por sobre todas las cosas. Es este amor a uno mismo lo que crea tal culpa y vergüenza. Muy en lo profundo sabemos que no alcanzamos la medida. Nos sentimos pequeños porque somos pequeños, pero la enseñanza falsa nos anima a rechazar esos pensamientos de pequeñez al afirmar nuestra propia grandeza. Esto puede funcionar por un tiempo, pero raras veces dura. Los recordatorios de nuestra pequeñez y nuestras fallas nos llevan de nuevo al punto donde comenzamos.
Pero la cruz de Cristo, me muestra cuán glorioso, misericordioso y perdonador es Dios y cuán grande es su amor por mí en Cristo. Este reconocimiento de mi culpa y la gloria de Dios es lo único que puede erradicar la vergüenza y la repugnancia por uno mismo. Y lo hallo fuera de mí, no dentro de mí. Soy llamado a estimar a Dios, no a mí mismo.

¿Sólo confía en Jesús más?

¡Sí! ¿Pero quién es el Jesús en quien necesito confiar? En algunos enfoques del cambio, Jesús es el terapeuta que satisface mis necesidades. Si el enfoque del cambio de la autoestima es engañoso y hueco, este último lo es aún más porque incluye específicamente a Jesús en la ecuación. Pero ¿Jesús es mi terapeuta o mi Redentor? Si es mi terapeuta, entonces él satisface mis necesidades como yo las defina. Si es mi Redentor, él define mis necesidades verdaderas y las atiende en maneras mucho más gloriosas de que pudiera imaginar.

Si Jesús es mi terapeuta, él es quien viene a elogiarme y halagarme. En vez de tratar de amarnos a nosotros mismos, pensamos en cuánto nos ama Jesús. Este enfoque es engañoso porque se agarra de un aspecto muy poderoso del evangelio: Dios nos baña de su amor en Cristo. Todo el que lee la Biblia lo sabe. Pero este enfoque sutilmente vuelve a Jesús en el que satisface mis necesidades y llena mi vacío – como yo los defina. Vuelve el amor de Dios en algo que está a mi servicio. El arrepentimiento por nuestra rebelión y pecado contra Dios es minimizado o incluso descartado cuando se maximiza el amor de Dios. Volvemos a Jesús en alguien cuya meta en la vida es hacernos sentir bien con nosotros mismos. Pero el amor santo de Dios no es así para nada. El santo amor de Dios nos concede el perdón y nos limpia de nuestra culpa, pero también nos llama a admitir que hemos abandonado su amor y hemos buscado cosas que palidecen en comparación. El amor santo de Dios por los pecadores nos humilla y nos exalta al mismo tiempo. Llama a los pecadores a admitir su propio egoísmo mientras lo limpia y libera de la jaula del amor falso.

Carlos, Juan y Cintia necesitan mucho más que sentirse bien ellos mismos. Sí, ellos necesitan ver cuán grande es el amor de Dios por ellos en Cristo, pero necesitan desesperadamente ver cuán a menudo su encaprichamiento por otras cosas reemplaza el amor de Dios en sus vidas.

Jesús no es una máquina dispensadora que nos da lo que queremos para sentirnos bien con nosotros mismos. Él es el Santo que viene a limpiarnos, llenarnos y cambiarnos. No lo hace de acuerdo con nuestros planes. No está al servicio de nuestras necesidades caprichosas. Nos ama demasiado para meramente hacernos felices. El viene para hacernos santos. Habrá muchas ocasiones en las que no nos dará lo que pensamos necesitar, sino nos dará lo que sabe que necesitamos.

Día 4.

VERDADERA ESPERANZA

En Colosenses 2, Pablo continúa para argumentar que estamos completos en Cristo (v. 9-10), estamos vivos en Cristo (v.11-12) y hechos libres en Cristo (v.13-15). Esto cambia todo. Incluyendo la manera en la batallamos contra el pecado.

Toda la plenitud de la divinidad habita en forma corporal en Cristo; y en él, que es la cabeza de todo poder y autoridad, ustedes han recibido esa plenitud. Además, en él fueron circuncidados, no por mano humana sino con la circuncisión que consiste en despojarse del cuerpo pecaminoso. Esta circuncisión la efectuó Cristo.

Ustedes la recibieron al ser sepultados con él en el bautismo. En él también fueron resucitados mediante la fe en el poder de Dios, quien lo resucitó de entre los muertos. Antes de recibir esa circuncisión, ustedes estaban muertos en sus pecados. Sin embargo, Dios nos dio vida en unión con Cristo, al perdonarnos todos los pecados y anular la deuda que teníamos pendiente por los requisitos de la ley. Él anuló esa deuda que nos era adversa, clavándola en la cruz. Desarmó a los poderes y a las potestades, y por medio de Cristo los humilló en público al exhibirlos en su desfile triunfal. (Co 2:9-15)

Están completos en Cristo
Todo acerca de Dios ha sido revelado en Cristo, y cuando alguien se vuelve cristiano, toda esa plenitud habita en él. No necesitamos nada más para que nos llene – tenemos a Cristo. Esto es asombroso cuando consideras la grandeza de nuestro Dios que es glorioso, poderoso, santo y lleno de gracia. También notemos que Pablo dice que esto es una realidad presente. Es lo que realmente eres. Eres el templo de Dios. Dios ha escogido residir en ti por medio del Espíritu Santo. Eres suyo y él es tuyo.

2 Pedro 1:4 dice que los creyentes participan de la naturaleza divina y escapan de la corrupción en el mundo causado por los deseos pecaminosos. No nos volvemos divinos, pero tenemos al ser Divino viviendo en nosotros desde el momento que confiamos en Cristo. Tenemos todo lo que necesitamos para vivir de una manera piadosa. No hay necesidad de ser seducido por promesas engañosas y vanas de cambio que nos apartan de Cristo. Estas promesas mostrarán ser formas de esclavitud que nos atan a nosotros mismos y a nuestra autosuficiencia. Nos “protegen” de ceder el control y nos toman el pelo esclavizándonos a nuestros propios planes. Siempre es tentador tratar de encontrar la plenitud en algo o alguien diferente a Cristo.

A menudo opto por la paz y la comodidad en vez de por Jesús. Cuando lo hago así, me puedo mover en dos direcciones opuestas e igualmente pecaminosas. Si estoy irritado contigo porque me estorbaste en las cosas que me brindan comodidad, puede que arremeta contra ti para evitar que me quites lo que pienso necesitar. Pero también puedo aparentar un comportamiento “piadoso” para obtener el mismo resultado. Puedo decidir ser “buena gente” para extraer de ti algo de amabilidad.

En varias ocasiones he tenido discusiones con mi esposa, sabiendo que un buen juego de béisbol estaba a punto de empezar en la televisión. Ver un partido de béisbol es un tiempo de paz y comodidad para mí. Debido a que deseo esa experiencia, quizá me disculpe con mi esposa e inclusive pida perdón por la manera en la que pequé en su contra. Desde afuera, esto puede parecer algo piadoso, pero desde adentro, estoy simplemente aparentando piedad para obtener lo que deseo. Si de manera consciente vivo a la luz del hecho de que estoy completo en Cristo, pediré perdón ya sea que vea o no, el juego. La manera más obvia para determinar si mis acciones fueron sinceras es ver mi comportamiento cuando el juego ha empezado y me interrumpen de nuevo. Si me irrito, mi confesión y solicitud del perdón probablemente fue una manera sutil de manipular a mi esposa para obtener lo que quería. Pablo dice que se nos ha dado la plenitud en Cristo. Si vivo de acuerdo con esta verdad, nada puede vaciarme de lo que ya es mío. Con juego o sin juego de béisbol, puedo vivir pacíficamente con mi esposa y familia. Esta ilustración sencilla quizá no sea tan impresionante, pero si las bendiciones de Cristo no nos cambian en pequeños momentos como estos, las posibilidades de nos cambien en momentos más difíciles son escasas. La gracia de Cristo debe ser aplicada a los detalles de la vida diaria.


Nueva vida y nuevo poder

La plenitud de Cristo nos da dos cosas: Nos limpia del pecado y nos provee una nueva vida. Pablo está enfatizando que el perdón de pecados nos brinda libertad de los poderes del mal. Nuestra nueva vida y nuestro nuevo poder nunca se separan en la Escritura y también deben mantenerse juntos en nuestras vidas.

El sacramento del bautismo describe estas dos realidades. Primero, somos limpiados. El pecado ha sido lavado y tenemos una nueva posición delante de Dios, aceptados por él por lo que Jesús hizo por nosotros. El bautismo también enfatiza que el creyente es unido a la familia de Dios. El bautismo es nuestra iniciación en la comunidad de fe, donde es nuestro todo aquello por lo cual Cristo murió para darnos. Él murió la muerte que debíamos morir y escapamos de la condenación que él recibió. Su resurrección es nuestra resurrección. Dios está satisfecho con nosotros porque está satisfecho con él. Resucitamos a una nueva vida cuando se nos da el Espíritu Santo. ¿Qué significa todo esto? Significa que tenemos una nueva vida. El pago que Jesús hizo por el pecado y su vida de rectitud se vuelven nuestros. También tenemos poder nuevo. El Espíritu Santo que resucitó a Jesús de los muertos ahora vive en nosotros, trayendo nueva vida y poder para crecer a semejanza de Cristo. Otra vez, notemos que la Biblia no separa nuestra nueva vida de nuestro nuevo poder. El uno sin el otro no serían plenitud verdadera. ¿Qué pasaría si te dieran una nueva vida pero sin el poder para vivir la vida cristiana? Eso sería vano y hueco porque pronto caerías.

¿Qué pasaría si te dieran un poder nuevo pero no una vida nueva? Podrías cambiar pero continuarías condenado porque no podrías borrar tu pasado. Pero en Cristo, lo tienes todo. Eres regenerado, perdonado y tratado como si hubieras obedecido perfectamente la ley. El Espíritu Santo te da el poder para crecer en tu santificación. Y se te promete que un día serás hecho perfecto y vivirás con Dios para siempre.

No es de sorprenderse que Pablo argumente que estás tan lleno que vas a rebosar. No te hace falta nada. No necesitas algo además de Cristo. Él es suficiente. Todo lo que Él es, también lo somos nosotros.

Liberados en Cristo
Pablo aplica la realidad de nuestra plenitud en Cristo aun más. Con la nueva vida y el nuevo poder que hemos recibido, somos liberados del poder esclavizante del pecado y de la condenación de la ley. Morimos al mundo y tenemos el poder para vencer al Maligno que nos tienta con reemplazos mundanos de Cristo. Ya no tenemos que ser controlados por ellos.

Somos libres para vivir, actuar, pensar y creer de maneras nuevas y sorprendentes. En Colosenses 2:14-15, Cristo manifiesta públicamente su victoria al exhibir al ridículo a estos poderes. Como lo explica un comentarista:
La procesión triunfal romana era la mejor manera de que la gente entendiera que sus generales que retornaban habían ganado victorias auténticas. Ese día, nadie en el pueblo podía pasar por alto lo que había sucedido cuando cientos de prisioneros de guerra desfilaban en desorden detrás del ejército conquistador. Avergonzados y expuestos a la miradas públicas, todos podían ver que no había nada que temer de estos soldados vencidos. Esta ilustración espléndida es exactamente apropiada para el propósito de Pablo (v.15). Tiene la intención de mostrar que la verdadera libertad espiritual fue ganada para todo el pueblo de Dios a través de la cruz de Cristo. Además, este no es un secreto para ser entendido y sostenido sólo por unos cuantos favorecidos. Es imposible conocer a este Rey y no saber de su gloriosa victoria. La libertad de las fuerzas demoníacas no es una obra de gracia secundaria o subsiguiente de la mano de Dios. Simplemente, es el privilegio que todos tienen en el evangelio. Pues de todo creyente verdadero se ha escrito que ya ha venido a una plenitud de vida en Cristo, aquel que es la cabeza de todo poder y autoridad.

A la luz de esta victoria decisiva, no es una sorpresa que el evangelio sea llamado “Buenas Noticias”.

Día 5.

El mundo real

Aún más sorprendente es saber que estas noticias son comunicadas a creyentes que vivían en persecución, tribulación, amenaza de tortura y martirio, además de las pruebas normales de la vida. El evangelio habla con esperanza y animo en este contexto lóbrego. También nosotros tenemos buena razón para animarnos por estas grandes y preciosas promesas de que podemos escapar de la corrupción del mundo causada por los deseos malvados (2 Pedro 1:4). Nuestra plenitud en Cristo es tan real como también lo son las nuevas luchas que emergen cuando nos convertimos en cristianos. Veamos Colosenses 3:5-11:

Por tanto, hagan morir todo lo que es propio de la naturaleza terrenal: inmoralidad sexual, impureza, bajas pasiones, malos deseos y avaricia, la cual es idolatría. Por estas cosas viene el castigo de Dios. Ustedes las practicaron en otro tiempo, cuando vivían en ellas. Pero ahora abandonen también todo esto: enojo, ira, malicia, calumnia y lenguaje obsceno. Dejen de mentirse unos a otros, ahora que se han quitado el ropaje de la vieja naturaleza con sus vicios, y se han puesto el de la nueva naturaleza, que se va renovando en conocimiento a imagen de su Creador. En esta nueva naturaleza no hay griego ni judío, circunciso ni incircunciso, culto ni inculto, esclavo ni libre, sino que Cristo es todo y está en todos.
Nada es sutil respecto a la guerra en proceso que se lucha en toda la vida cristiana. Abundan las pruebas y tentaciones, pero respondemos desde un nuevo punto de vista. J.C. Ryle captura la confianza activa en Cristo que es necesaria para nuestra santificación. La santidad debe comenzar con Cristo. Primero debemos pertenecer a él:
¿Serás santo? ¿Llegarás a ser una nueva criatura? Entonces, tienes que comenzar con Cristo. No harás nada, ni progresarás hasta que sientas tu pecado y debilidad, y corras hacia Él. Él es la raíz y principio de toda santidad, y la manera de ser santo es viniendo a Él por fe y ser unido a Él. Los hombres a veces tratan de hacerse santos en primer lugar, y es triste ver el resultado. Trabajan duro y se esfuerzan, dan nuevas hojas y hacen muchos cambios; y no obstante, como la mujer con el flujo de sangre, antes de venir a Cristo, no ven mejoría, sino empeoran (Marcos 5:26). Corren en vano y se esfuerzan en vano; y no es de sorprenderse porque están comenzando en el punto equivocado. Están edificando una pared de arena; su trabajo se cae tan rápido como lo levantan.
1 R.C. Lucas, The Message of Colossians and Philemon, The Bible Speaks Today (Downers Grove, III: InterVarsity Press, 1980) p. 110.

Como dijo Trail, ―La sabiduría sin Cristo es necedad maldita – la justicia sin Cristo es culpa y condenación – la santificación sin Cristo es suciedad y pecado – la redención sin Cristo es atadura y esclavitud‖.

¿Quieres obtener lograr la santidad?
¿Sientes este día un deseo sincero de ser santo?
¿Serás participante de la naturaleza divina?

Entonces ve a Cristo. No esperes nada ni a nadie más. No esperes a estar listo. Ve y dile con las palabras de aquel hermoso himno – ―Nada tengo para ofrecer, sólo a tu cruz me acojo; desnudo corro a ti para ser cubierto; desamparado vengo a Ti por gracia‖. No hay ningún ladrillo ni una piedra en la edificación de nuestra santificación sino hasta que venimos a Cristo.

La centralidad de Cristo debe continuar a través de toda la vida cristiana. Ryle continúa diciendo:

¿Continuarás en santidad?

Entonces permanece en Cristo. Él mismo dice, ―Permanezcan en mí, y yo permaneceré en ustedes. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada.‖ (Juan 15:4-5). Le plació al Padre toda la plenitud habitará en él – una provisión total para todos las necesidades de los creyentes. Es el médico a quien debes ir diariamente si quieres permanecer. Es el maná que debes comer diariamente y la roca de la que debes beber diariamente. Su brazo es el brazo en el que te debes reclinar diariamente, al salir del desierto de este mundo. No sólo debes estar enraizado en él, sino debes también ser edificado en él.2
Las bendiciones que son nuestras en Cristo nos animan a comenzar a pelear la guerra espiritual que nos aguarda. Como J. C. Ryle dice: “Un verdadero cristiano no sólo tiene paz en la conciencia, sino también una guerra interna”.

Hemos sido unidos a Cristo con un propósito: “Dios nos escogió en él antes de la creación del mundo, para que seamos santos y sin mancha delante de él” (Efesios 1:4). Nuestra nueva vida en Cristo justamente es eso: una nueva vida. Una lucha gloriosa contra el mundo, la carne y el diablo es su meollo y es una de las señales más claras de nuestra unión con Él.

¡El cambio es Posible!

La meta de este libro es ayudarte a entender las implicaciones de las buenas noticias de Jesucristo para tu identidad y las pruebas y tentaciones diarias que enfrentas. Puesto que somos tan fácilmente cautivados por las alternativas engañosas y vanas que quieren reemplazar al evangelio, necesitamos un entendimiento más claro de lo que ha hecho Cristo. Como Carlos, Juan y Cintia, necesitamos un entendimiento claro y específico de cómo nos cambia Cristo por medio de su gracia.
Nada podrá ser más liberador para Carlos al estar luchando con la depresión. Carlos ha sido embaucado. Se ve a sí mismo primeramente como una persona deprimida y secundariamente como cristiano. Su depresión es su identidad funcional de la que salen sus acciones, reacciones, interpretaciones y respuestas en la vida. No sorpresa que vea la vida en términos de la ley de Murphy.

Pero Pablo dice que todo el que pertenece a Cristo es limpiado y revivido. Carlos no es un cristiano deprimido, sino un cristiano que lucha con la depresión. Esto es más que un asunto de semántica. Carlos básica y principalmente un cristiano. Su identidad en Cristo está edificada en un cimiento sólido que nunca cambia, aunque su estado emocional cambie de día a día. Carlos no está más allá del poder redentor de Cristo. Su identidad centrada en Cristo no elimina su lucha con el pecado, pero Carlos nunca es definido por su lucha particular contra el pecado. Su identidad está circunscrita a quién es él en Cristo.

Cintia y Juan no tienen que alejarse creyendo que nada va a cambiar. No tienen que definirse en términos de su matrimonio problemático. Jesús, el verdadero esposo, está ahora con ellos y trae las bendiciones pasadas y futuras al centro de su matrimonio. Esto es cierto para ti también. Cristo llena el vacío entre la lucha y el cambio con la nueva identidad, la nueva vida y el nuevo poder que trae su salvación.
Nuestro mundo ofrece muchas teorías alternativas del cambio que nos apartan de Cristo y su gracia.

¿Te han afectado estas esperanzas impostoras?

¿Ha sido tu esperanza en Cristo ensombrecida por otras promesas de libertad que evaden o minimizan lo que ha hecho Cristo?

Sigue leyendo para crecer en tu entendimiento y experiencia de Jesús y de los regalos que son nuestros por su vida, muerte, resurrección, ascensión y su regreso prometido.

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