Dia 1.
En los capítulos previos, nos hemos enfocado en el cambio y crecimiento individual en la gracia. Pero este proceso no es simplemente individual. Ocurre, mejor y primordialmente, dentro de una comunidad. Permítanme compartirles la historia de la familia de una mujer y su participación en un grupo pequeño que se reunía en su casa. Habla con franqueza acerca del trabajo que esto implicaba al igual del gozo y satisfacción profundos que experimentaron al estar cinco años en el mismo grupo. Lo que dice es central para entender la importancia de las relaciones si queremos crecer en la piedad.
Mi esposo y yo hemos sido parte del mismo grupo pequeño los últimos cinco años…Como todos los grupos pequeños, regularmente compartimos la comida, nos amamos unos a otros de maneras prácticas y servimos juntos para suplir las necesidades fuera de nuestro grupo pequeño. Adoramos, estudiamos la Palabra de Dios y oramos. Ha sido un tiempo muy enriquecedor para crecer en nuestro entendimiento de Dios, de lo que Cristo logró por nosotros, los propósitos de Dios para nosotros como parte de su reino, su poder y deseo de cambiarnos, y muchas otras verdades preciosas. Hemos crecido en nuestro amor por Dios y los demás, y hemos sido desafiados a arrepentirnos de nuestros pecados y a confiar en Dios en cada área de nuestras vidas.
Fue una nueva y refrescante experiencia para nosotros el estar en un grupo donde la gente estaba dispuesta a compartir sus luchas con la tentación y el pecado y pedir oración…Hemos sido bienvenidos por otros, desafiados a ser vulnerables, nos han sostenido en oración, animados para enfrentar luchas en proceso, y hemos desarrollado dulces amistades. He visto a una mujer que tenía un pie en el mundo y otro en la iglesia compartir sus luchas con nosotros. Oramos para que Dios le muestre la salida a sus tentaciones muchas veces y hemos visto la obra de Dios en su liberación. Su sinceridad nos ha dado un asiento en primera fila para ver el poder de Dios actuar en su debilidad. Su vulnerabilidad y crecimiento en la piedad nos anima a ser humildes unos con otros, y a creer que Dios es capaz de cambiarnos también.
Debido a que han pasado varios años en una comunidad cercana, la obra de Dios puede ser vista con mayor claridad que semanalmente. Un hombre que había tenido muchas luchas y mucho enojo ha crecido a través del arrepentimiento del pecado y siendo vulnerable en el grupo. Ha estado dispuesto a escuchar el ánimo y desafío de otros, y a permanecer en la comunidad a través de su lucha…Se ha convertido en un ejemplo de servicio a los demás, un mejor oyente y más amable con su esposa. Como grupo, hemos confrontado la ansiedad, los pleitos personales, la necesidad de perdón, lujuria, problemas familiares, incredulidad, temor al hombre, hipocresía, desempleo, enfermedad, falta de amor, idolatría y pleitos maritales. Hemos sido ayudados, se nos ha pedido cuentas, y animados por los demás. También hemos llorado juntos, celebrado juntos, reído juntos, nos hemos ofendido, nos hemos reconciliado, nos hemos soportado…y hemos buscado amar a Dios y al prójimo. Como grupo hemos sido entristecidos en la primavera cuando un hombre que recientemente se había unido al grupo sintió que lo habíamos decepcionado por no ser sensibles a su soledad. Decidió salir del grupo. Digo esto porque aún y con todos los beneficios de estar en un grupo pequeño, sigue siendo un grupo de pecadores. Es Jesús quien hace que valga la pena permanecer juntos. Aparte de nuestra relación con Él… no tenemos nada para ofrecer. Pero debido a nuestro enfoque en Jesús, el grupo tiene el potencial para marcar la diferencia en todas nuestras vidas.
…Cuando llegan las 7 de la noche los lunes, animosamente aguardo el ruido de mis hermanos y hermanas entrando por nuestra puerta del frente. Nunca se cómo será la noche, qué cargas tendrá la gente a cuestas, cómo seré desafiada, o que lágrimas o risas compartiremos. Peor siempre se que el gran Pastor se reunirá con nosotros y nuestras vidas serán más ricas y más plenas porque hemos estado juntos.
…Espero que al escuchar mi historia serás animado a hacer un compromiso de ser parte de un grupo pequeño y experimentar la bendición de la comunidad cristiana dentro del escenario más pequeño e íntimo que lo hace posible.
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VIVIENDO EN LA TENSIÓN
En este testimonio, vemos la importancia de las amistades redentoras en el proceso del cambio. También vemos la tensión continua entre lo que ganamos y lo que debemos soportar para que funcionen estas relaciones. La película ―About a boy‖ muestra bien esta tensión. En ella , un hombre soltero trata de estar en paz con su libertad como soltero y su anhelo de una relación significativa. Al comienzo de la historia, su personaje está comentando acerca de su predicamento:
―En mi opinión, todo hombre es un isla. Además, ahora es tiempo de ser una. Esta es la era de la isla. Hace cien años, por ejemplo, tenías que depender de los demás…mientras que ahora, como ven, puedes hacerte tu pequeña isla paradisíaca. Con los recursos adecuados, y más importante, con la actitud correcta, puedes estar empapado de sol, tropical, ser un imán para jóvenes turistas suizas…la triste realidad es que, como todo habitante de una isla, de cuando en cuando, he visitado la tierra continental‖.
Conforme la película se va desarrollando, entra a una relación significativa, dejando ir la libertad que disfrutaba como soltero. La historia describe el profundo anhelo humano por relaciones significativas y concluye mostrando que vale la pena buscarlas. Por otro lado, no obstante, las relaciones significativas a menudo son evitadas. Requieren trabajo, sacrificio, humildad y darse uno mismo. Aunque la idea de amar a otra persona es algo inherentemente humano, también expone nuestro egoísmo pecaminoso. Tod E. Bolsinger observa lo siguiente:
Más que cualquier persona anterior a nosotros, el americano de hoy cree ―debo escribir el guión de mi propia vida‖. El pensamiento de que tal guión debe ser subordinado a la narración más amplia de la Biblia es algo extraño para ellos. Aún más alarmante es la idea de que este sometimiento de nuestra historia personal a la historia de Dios debe ser mediada por una comunidad de gente caída que francamente no queremos meter en nuestro camino ni mezclarla con nuestros sueños y esperanzas. Por un lado deseamos amistades. Por otro lado no las queremos. En la creación, fuimos hechos para vivir en comunidad, pero debido a la caída, tendemos a huir de las amistades que necesitamos. Frecuentemente, nuestro anhelo está teñido por el pecado. Buscamos amistades con miras a que satisfagan nuestros propios deseos y necesidades. Tenemos una relación de amor-odio con las relaciones.
La Biblia reconoce esta profunda tensión, pero aun así coloca nuestro crecimiento individual en la gracia en el contexto del cuerpo de Cristo. La Escritura nos llama a estar conectados intencionalmente con nuestros hermanos y hermanas en Cristo. Nuestro compañerismo es un ingrediente esencial para el cambio duradero. La obra de redención involucra nuestra relación individual con Cristo juntamente con nuestra relación con los demás.
Dia 2.
LAS AMISTADES Y EL CAMBIO PERSONAL
¿Has oído a alguien decir: “Tú has hecho tu cama, ahora acuéstate en ella”? Como cristianos sabemos que nada podría estar más lejos del evangelio que esto. Esta declaración dice, primero, “Tus problemas son irreversibles, así que estás atorado en tu propio desastre”. Y segundo, “Estás completamente por tu cuenta”. En otras palabras, no esperes que alguien te ayude. Si quieres que las cosas cambien más te vale encontrar una manera de componerlas tú mismo.
José estaba soltero, solitario y muy resentido con las personas que habían sido parte de su vida. Siempre se sintió usado por los demás y se había vuelto muy cínico respecto a la posibilidad de tener una relación significativa. Se sentía traicionado, especialmente, por los cristianos quienes lo evadían debido a varios hábitos sociales inaceptables. José no estaba bien espiritualmente. Se había alejado de la gente, no obstante, tenía un deseo profundo de que alguien lo comprendiera. Cuando buscaba ayuda para sus problemas, se le daba consejo bíblico substancial acerca de cómo necesitaba pensar, creer y responder a sus problemas – cómo necesitaba cambiar como individuo. José vivía en una profunda tensión. No le caía bien la gente, pero hizo de la compañía humana su principal objeto de adoración. Evadía a los demás y no obstante, se quejaba de que no le importaba a los demás.
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Consejeros bien intencionados notaron su idolatría a las relaciones y equivocadamente no le llamaron a que participara en una comunidad de amigos que pudieran ayudarlo a crecer. Era como decirle, “Puesto que has hecho de la comida tu ídolo, no comas”. Comprensiblemente, José estaba confundido y amargado. Necesitaba ayuda. Necesitaba cambiar y tomar responsabilidad de sus reaccione a los problemas de la vida. Pero también necesitaba una comunidad de amigos donde pudiera encontrar esperanza y ánimo, al igual que desafío, honestidad y rendición amorosa de cuentas. Tristemente, no estaba siendo animado a buscar tales amistades redentoras.
¿Qué necesita José? Necesita saber que cuando Cristo no trae a la familia de Dios, ya nunca más estamos solos, no importa cuán desastrosa hayamos hecho nuestra vida. No obstante, muchos cristianos se cierran a la esperanza del cambio personal en una manera muy individualista. Muchos consejeros no llevan a la gente a un contexto más rico de relaciones redentoras. En vez de eso, se adhieren al individualismo árido de nuestra sociedad. Tienen una mentalidad del tipo “Sólo Jesús y yo” y con ella quieren batallar contra el pecado y ser más como Cristo. Al principio puedas pensar, ¿Y por qué no? Después de todo, involucrarse con la gente es complicado y consume tiempo. ¿Quién necesita eso? Puedo leer mi Biblia y orar. Pasar tiempo con otras personas no muy eficiente. Pero Dios tiene un plan más grande – y francamente, más revoltoso y menos eficiente. Como vimos en el testimonio del principio del capítulo, el cambio es algo que Dios quiere que su pueblo experimente estando juntos. Es una meta corporativa. Lo que Dios hace en el individuo es parte de la historia más amplia de la redención que involucra a todo el pueblo de Dios a través de las épocas. Tú, José y todos los demás creyentes ya son parte de la historia y parte de la familia. Ese es el contexto en el que ocurre el cambio personal. El cambio dentro de la comunidad va en contra de la manera en la que solemos pensar, pero la Escritura claramente lo presenta como la manera en la que Dios nos está haciendo más como Cristo.
Viviendo en comunidad al igual que Dios
¿Te has preguntado alguna vez porqué es tan importante vivir en comunidad? Probablemente, tu respuesta inmediata sea el énfasis en los beneficios personales que hay en las buenas relaciones. Aunque éstas son valiosas, la razón más importante para la existencia de la comunidad es que Dios mismo vive en comunidad. ¿Suena esto extraño? No debería. Dios vive en comunidad consigo mismo. El Padre, el Hijo y Espíritu Santo viven en perfecta armonía, amor y unidad. Comenzamos nuestra discusión acerca de la importancia de la comunidad donde toda buena teología comienza: con Dios. Cuando lo hacemos así, se altera radicalmente la manera en que pensamos respecto a las relaciones. Llegamos a estar centrados en Dios en vez del hombre. En el último de dieciséis sermones sobre 1 Corintios 13, Jonathan Edwards dice:
―Dios es la fuente del amor, tal y como el sol es la fuente de la luz. Y por lo tanto, la gloriosa presencia de Dios en el cielo llena el cielo de amor, como el sol, colocado en medio de los cielos visibles en un día despejado, llena el mundo de luz. El apóstol nos dice que Dios es amor; y siendo un ser infinito, esto implica que es una fuente infinita de amor. Siendo un ser pleno, esto implica que es una fuente de amor llena, rebosante y inagotable. Y ya que es un ser inmutable y eterno, entonces es una fuente inmutable y eterna de amor. Allí, en el cielo, habita el Dios de donde procede todo torrente de amor santo, cada gota que hay o ha habido. Allá habita Dios el Padre, Dios el Hijo y Dios el Espíritu, unidos como uno solo, en un amor infinitamente precioso, incomprensible, mutuo y eterno…Y allá esta fuente gloriosa fluye para siempre en torrentes, en ríos de amor y deleite, y estos ríos van a un océano de amor, en el cual las almas de los redimidos pueden empaparse con el deleite dulcísimo, y sus corazones son inundados de amor‖.
Todo lo que cada persona de la trinidad es y hace, está siempre en unión a las demás. Fuimos hechos a la imagen de este Dios glorioso. No es de sorprenderse que este deseo profundo de intimidad y relación esté entretejido en las fibras de nuestra naturaleza. Los seres humanos anhelamos conectarnos porque para eso fuimos creados. Con la entrada del pecado, este anhelo fue corrompido y con facilidad se vuelve idólatra. Debido al pecado, anhelamos encontrar en otros seres humanos toda nuestra esperanza respecto a las relaciones. Si no obtenemos lo que queríamos de esas relaciones, a menudo hacemos cosas pecaminosas que lastiman. Nuestro enfoque de las relaciones comúnmente es egocéntrico.
Pero Dios es un Dios redentor que hace algo totalmente asombroso para reconciliarnos con él y con los demás. El evangelio abre la puerta a las amistades en las que podemos ser conformados a la imagen de Cristo. Pablo, hablando de esta nueva comunidad, la iglesia, claramente tiene esto en mente.
En Efesios 4:1-6, Pablo después de hablar de nuestra gran salvación en los capítulos 1-3, ahora avanza para hablar de la nueva comunidad humana en la que hemos sido incluidos. Comienza instruyendo a la iglesia acerca de la obra práctica del evangelio en la vida diaria y las relaciones:
Por eso yo, que estoy preso por la causa del Señor, les ruego que vivan de una manera digna del llamamiento que han recibido, siempre humildes y amables, pacientes, tolerantes unos con otros en amor. Esfuércense por mantener la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz. Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como también fueron llamados a una sola esperanza; un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo; un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos y por medio de todos y en todos.
A la luz de la gran gracia de Dios, Pablo llama a los miembros de esta nueva comunidad a entrar a relaciones con sus hermanos y hermanas cristianos con humildad, amabilidad, paciencia y tolerancia. Exhorta a la iglesia a estar atenta para mantener la unidad en el Espíritu, no les pide que la construyan, porque ya existe de hecho. Cuando pones tu fe en Cristo, inmediatamente eres bienvenido a un compañerismo con la fuente de amor, el Dios trino, y con su familia, la iglesia. A la luz de esto, no escatimes esfuerzos en procurar que tus relaciones reflejen la unidad y el amor del Padre, Hijo y Espíritu Santo. Todo comienza, continúa y terminará con Dios en el centro.
Pablo basa este llamado a vivir en la comunidad en la obra redentora de la Trinidad. Notemos como la palabra uno es usada en los versículos 4-6. Cada uno de nosotros es atraído a un miembro de la trinidad. Hay un Espíritu obrando en el cuerpo. Hay un Señor a través del cual tenemos esperanza, fe y bautismo. Hay un Padre que está sobre toda la familia, la iglesia. Todas bendiciones son nuestras debido a lo que la Trinidad ha hecho en la creación y en la redención. Reflexionemos en lo que la Trinidad ha hecho para volvernos un solo cuerpo, unido por el Padre, el Hijo y Espíritu Santo. En Génesis 15, encontramos una historia antigua cargada de relevancia redentora.
Después de esto, la palabra del SEÑOR vino a Abram en una visión: «No temas, Abram. Yo soy tu escudo, y muy grande será tu recompensa.» Pero Abram le respondió: —SEÑOR y Dios, ¿para qué vas a darme algo, si aún sigo sin tener hijos, y el heredero de mis bienes será Eliezer de Damasco? Como no me has dado ningún hijo, mi herencia la recibirá uno de mis criados. —¡No! Ese hombre no ha de ser tu heredero —le contestó el SEÑOR—. Tu heredero será tu propio hijo. Luego el SEÑOR lo llevó afuera y le dijo: —Mira hacia el cielo y cuenta las estrellas, a ver si puedes. ¡Así de numerosa será tu descendencia! Abram creyó al SEÑOR, y el SEÑOR lo reconoció a él como justo. Además, le dijo: —Yo soy el SEÑOR, que te hice salir de Ur de los caldeos para darte en posesión esta tierra. Pero Abram le preguntó: —SEÑOR y Dios, ¿cómo sabré que voy a poseerla? El SEÑOR le respondió: —Tráeme una ternera, una cabra y un carnero, todos ellos de tres años, y también una tórtola y un pichón de paloma. Abram llevó todos estos animales, los partió por la mitad, y puso una mitad frente a la otra, pero a las aves no las partió. Y las aves de rapiña comenzaron a lanzarse sobre los animales muertos, pero Abram las espantaba.
Al anochecer, Abram cayó en un profundo sueño, y lo envolvió una oscuridad aterradora. El SEÑOR le dijo: —Debes saber que tus descendientes vivirán como extranjeros en tierra extraña, donde serán esclavizados y maltratados durante cuatrocientos años. Pero yo castigaré a la nación que los esclavizará, y luego tus descendientes saldrán en libertad y con grandes riquezas. Tú, en cambio, te reunirás en paz con tus antepasados, y te enterrarán cuando ya seas muy anciano. Cuatro generaciones después tus descendientes volverán a este lugar, porque antes de eso no habrá llegado al colmo la iniquidad de los amorreos. Cuando el sol se puso y cayó la noche, aparecieron una hornilla humeante y una antorcha encendida, las cuales pasaban entre los animales descuartizados. En aquel día el SEÑOR hizo un pacto con Abram. Le dijo: —A tus descendientes les daré esta tierra, desde el río de Egipto hasta el gran río, el Éufrates. Me refiero a la tierra de los quenitas, los quenizitas, los cadmoneos, los hititas, los ferezeos, los refaítas, los amorreos, los cananeos, los gergeseos y los jebuseos.
¿Qué está pasando en este encuentro extraño? Abram está batallando por creerle a Dios, y Dios lo ayuda. Le dice que corte algunos animales a la mitad. Esa noche, un nube de fuego y una antorcha ardiente pasan entre las mitades de animales.
Dios estaba diciendo, “Si no te cumplo mi promesa, que lo que le ha pasado a estos animales, me pase a mí”. Esto se llama un voto de auto-maldición. Dios está diciendo, “Si no cumplo lo promesa final del acuerdo, sea yo desmembrado”. Aproximadamente dos mil años después, Dios el Hijo, colgado de una cruz, clamó a gran voz, “Dios mío, Dios mío ¿Por qué me has desamparado?” Dios permitió que lo que nos debía pasar a nosotros le pasara a Jesús. Nosotros fuimos los que fallamos, no obstante, el Dios trino fue despedazado para que pudiéramos ser unidos a él y los unos con los otros como hermanos y hermanas en Cristo. El amor perfecto, la unidad y el gozo que existían entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo fueron demolidos temporalmente para nuestro bienestar. Este es el fundamento donde construimos todas las relaciones.
Cada vez que seas tentado a evadir a otro creyente, recuerda que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo fueron separados para que nosotros podamos ser unidos. Cuando pecas o pecan en tu contra, debes acercarte a tu compañero en Cristo consciente que el Padre, Hijo y Espíritu Santo fueron separados para que podamos ser reconciliados. Si tomamos esto en cuenta al pensar en las relaciones en el Cuerpo de Cristo, esto transformará nuestras amistades. En Efesios 4, Pablo dice que en la medida que hagamos esto, seremos edificados (v.12), maduraremos (v.13), llegaremos a la medida plena de Cristo (v.13) y creceremos en él que es la cabeza, es decir, Cristo (v.15).
Dia 3.
PERTENECER A LA FAMILIA DE DIOS
Cuando ponemos nuestra fe en el Padre, Hijo y Espíritu Santo para hacernos aceptables en su presencia y abandonamos nuestros propios intentos para hacernos aceptables delante de Dios, por gracia Él perdona nuestros pecados. También nos adopta como sus hijos.
Tan a menudo, la bendición de la adopción se considera solamente desde una perspectiva individualista: Soy hijo de Dios. Esto es verdad, pero tu adopción va más allá de ser una bendición individual. Has sido adoptado en una nueva familia. La bendición de la adopción es tanto individual como corporativa. Cuando mi esposa y yo adoptamos a nuestro cuarto hijo, no sólo obtuvo un padre y una madre, sino también tres hermanos mayores. Se volvió parte importante de un grupo social más grande, su familia. Cuando el apóstol Pablo estaba discipulado a nuevos creyentes, repetidamente les recordaba que había ayuda en Cristo y en el pueblo de Cristo. Esto se refleja en Efesios 2:14-22, donde Pablo les dice que son parte de algo más grande que ellos mismos:
Porque Cristo es nuestra paz: de los dos pueblos ha hecho uno solo, derribando mediante su sacrificio el muro de enemistad que nos separaba, pues anuló la ley con sus mandamientos y requisitos. Esto lo hizo para crear en sí mismo de los dos pueblos una nueva humanidad al hacer la paz, para reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo mediante la cruz, por la que dio muerte a la enemistad. Él vino y proclamó paz a ustedes que estaban lejos y paz a los que estaban cerca. Pues por medio de él tenemos acceso al Padre por un mismo Espíritu. Por lo tanto, ustedes ya no son extraños ni extranjeros, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y los profetas, siendo Cristo Jesús mismo la piedra angular. En él todo el edificio, bien armado, se va levantando para llegar a ser un templo santo en el Señor. En él también ustedes son edificados juntamente para ser morada de Dios por su Espíritu.
¿Qué está buscando Dios producir en su pueblo? Quiere que seamos gente que nos acerquemos unos a otros en comunidad. Removió todas las barreras para que seamos gente con esperanza, amor, adoración y nos sirvamos unos a otros. Esto es muy importante para él. Es imposible leer este pasaje y llegar a la conclusión de que el cristianismo es una religión del tipo “sólo Dios y yo”. ¿Has oído alguna vez a alguien decir, “soy cristiano, pero nunca voy a la iglesia?” “¿Para qué necesito ir si ya tengo al Señor?” o “Lo más importante es mi devoción personal por Cristo, no por la iglesia”. La Biblia nunca separa a los dos.
Nuestra salvación nos conecta con Dios y con su pueblo. No se trata de escoger entre los dos, sino abrazar a ambos. No sólo hasta el cielo es que estaremos unidos alrededor del trono de Dios. Nuestra relación personal con Cristo nos une a los demás creyentes ahora. Notemos cómo explica esto Pablo. Dice que Dios ha destruido la barrera intermedia para crear un nuevo hombre. Somos conciudadanos del pueblo de Dios y miembros de la familia de Dios. Somos edificados juntos para ser un edificio en el que Dios habita. No podemos llegar a ser los cristianos que se supone que seamos estando solos con Dios. Esta no fue la intención de Dios. Lo que llegaremos a ser, lo seremos juntos.
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Tendemos a leer la Biblia a través de tales lentes individualistas que necesitamos ser animados a ver los fuertes temas sociales que están por toda la Biblia. En el Antiguo Testamento, Dios dice claramente, “Yo seré su Dios, y ustedes serán mi pueblo”. “Ustedes” es plural. Cuando Pablo y otros escritores del Nuevo Testamento hablan al cuerpo de Cristo, sus palabras mayormente se dirigen a la iglesia como un todo.
En Romanos 12:1-2, un pasaje que frecuentemente se aplica sólo al individuo cristiano, pablo exhorta a la iglesia a presentar su cuerpos, (somata) en plural, en sacrificio, (thysian) en singular. ¿No es interesante que llame a todos los individuos que conforman la iglesia a presentarse corporativamente ante Dios como un sacrificio vivo? ¿Cómo esta perspectiva impacta tu vida? ¿Te sorprende? ¿Te intimida? ¿Te molesta? ¿Te anima? ¿Cómo tu vida actualmente te permite desarrollar relaciones profundas que te ayuden a crecer y cambiar? ¿Cuáles son algunos obstáculos comunes que estorban el desarrollo de relaciones redentoras en nuestras vidas? Considera la siguiente lista y pregúntate si alguna se aplica a ti:
El ritmo ocupado de la vida que hace que las relaciones sean distantes y superficiales.
Una inmersión total en amistades que están basadas en la actividad y la felicidad.
Un alejamiento consciente de las relaciones cercanas por considerarlas peligrosas o revoltosas.
Un compromiso formal con las actividades de la iglesia, sin una conexión real con la gente.
Amistades unidireccionales y orientadas al ministerio en las que siempre ministras a los demás, pero nunca permites que los demás te ministren.
Relaciones egocéntricas del tipo “satisface mis necesidades” en las que te mantienes siempre recibiendo y raras veces, dando.
Un enfoque de la vida cristiana privado, independiente del tipo “Sólo Dios y yo”.
La Teología como un reemplazo de la relación. El conocimiento de Dios como una vida de estudio en vez de una búsqueda de Dios y su pueblo.
¿Alguna de éstas se aplica a ti? Piensa en tus relaciones más cercanas: tu cónyuge, padres, hijos o grupo pequeño. ¿Qué necesita cambiar para que puedan formar relaciones más significativas con la gente que ya está en sus vidas? La cultura estadounidense puede ser que idolatre al Llanero Solitario y a SuperMan como héroes que corrigen lo defectuoso y salen solos del pueblo, pero tal enfoque solitario de la vida y del cambio es totalmente ajeno a la Escritura. De hecho, la Biblia lo considera una debilidad en vez de una fortaleza.
De acuerdo con la Biblia, la persona con un carácter aprobado es aquella que tiene amistades genuinas y es un amigo genuino. Después de todo, ¿acaso no es esa la esencia del segundo gran mandamiento de “amar al prójimo”? Cuando somos adoptados en la familia de Dios, tenemos muchos nuevos hermanos y hermanas para amar. Sin embargo, esto no es sencillo. Involucrarse con la gente ocupa mucho tiempo, es complicado y a veces revoltoso. Desde nuestro punto de vista es algo ineficiente, pero desde la perspectiva de Dios es la mejor manera para alentar el crecimiento en la gracia.
Nuestro sistema de valores choca con el de Dios, pero sus medios para provocar el cambio en nosotros son los mejores. Esto significa que debemos separar tiempo para permitir que emerjan y crezcan este tipo de amistades. También debemos ser realistas. Las relaciones cercanas también hacen más probable que alguien peque en tu contra o que tú peques contra alguien. Habrá necesidad de tiempos de confesión y perdón. Habrá momentos cuando necesites servir a alguien aunque sientas que te hacen falta recursos. También habrá tiempos cuando serás servido. Eso quizá no suene como un desafío, pero si eres orgulloso, es lo último que deseas.
Estas son las razones por las que la comunidad es una gran parte del plan de Dios para transformarnos a la imagen de Cristo. Vivir en comunidad nos lleva a morir a nosotros mismos. Habrá momentos en los que amar a los demás y permitir que nos sirvan y amen se sentirá muy mal, pero este es el sendero hacia la vida verdadera en Cristo. Mientras más entendamos nuestros propios corazones, más veremos que se requiere una obra de gracia para transformar a los individuos egoístas en una comunidad de amor. Participar en relaciones redentoras nos muestra nuestra necesidad del cambio y nos ayuda a lograrlo.
Dia 4.
SIENDO AMADOS COMO UNA FAMILIA
Efesios 3:14-21 subraya la manera en que Dios pone el cimiento del crecimiento del individuo cristiano dentro del cuerpo. Por años, leí y enseñé acerca de este pasaje enfocándome principalmente en el cambio del individuo y su relación con Cristo. No conectaba la vida y santificación personal del cristiano con el cuerpo de Cristo en su totalidad. Pero Pablo está vigilante para ver a los judíos y los gentiles viviendo en comunidad, aunque no podía haber una noción más radical que la idea de que los judíos y los gentiles están en igualdad de circunstancias delante de Dios y entre ellos mismos. La tensión que existía entre los judíos y los gentiles en el primer siglo era más profunda que las divisiones étnicas y raciales que existen en Estados Unidos actualmente. Debido a esta tensión, Pablo constantemente aplica el mensaje de la gracia a los individuos, pero individuos que están en compañerismo los unos con los otros. Esta perspectiva debería evitar que leamos Efesios 3:14-21 con los lentes del individualismo:
Por esta razón me arrodillo delante del Padre, de quien recibe nombre toda familia en el cielo y en la tierra. Le pido que, por medio del Espíritu y con el poder que procede de sus gloriosas riquezas, los fortalezca a ustedes en lo íntimo de su ser, para que por fe Cristo habite en sus corazones. Y pido que, arraigados y cimentados en amor, puedan comprender, junto con todos los santos, cuán ancho y largo, alto y profundo es el amor de Cristo; en fin, que conozcan ese amor que sobrepasa nuestro conocimiento, para que sean llenos de la plenitud de Dios. Al que puede hacer muchísimo más que todo lo que podamos imaginarnos o pedir, por el poder que obra eficazmente en nosotros, ¡a él sea la gloria en la iglesia y en Cristo Jesús por todas las generaciones, por los siglos de los siglos! Amén.
Al orar, Pablo desea que los creyentes efesios entiendan la naturaleza del amor de Dios por ellos en Cristo. Su oración ciertamente refleja su deseo de que los individuos conozcan a Dios y entiendan su amor, pero este conocimiento y pode en el Espíritu Santo viene a grupo de individuos que viven en comunión con Dios y en comunidad unos con otros. Considera las palabras que usa Pablo. ¿Puedes tener una idea de cuán grande es el amor de Cristo? ¿Puedes imaginar qué se requiere para comprenderlo?
El amor de Cristo es tan amplio, largo, alto y profundo (es decir, infinito) que no podemos ver este amor o experimentarlo por nosotros mismos. Necesitamos fortaleza de Dios para comprenderlo y tenemos que entenderlo juntamente con todos los santos (v.18). Se parece mucho a un jurado que confía en doce mentes distintas para llegar a un entendimiento total de la verdad.
Cuando estamos en relaciones significativas unos con otros, cada uno trae una perspectiva y experiencia única a nuestro conocimiento del amor de Cristo. Una persona ha sido rescatada de una terca adicción. Otra ha sido traída por medio de un sufrimiento profundo. Aun otra ha sido sostenida por la gracia de Dios en un matrimonio difícil. La lista sigue y sigue. Cuando nos reunimos a compartir nuestras historias, vemos un aspecto diferente del diamante que es el amor de Cristo. Juntos, nuestro entendimiento y experiencia del amor infinito de Dios llega a ser más pleno, fuerte y profundo. No sólo nosotros somos fortalecidos en nuestro crecimiento individual en la gracia, sino también el cuerpo entero es edificado por un sentido de mayor plenitud de poder y esperanza de la gracia de Dios. La vida cristiana no es algo menor que individual, pero es mucho más.
La oración de Pablo es que los efesios se enraícen y establezcan juntos en amor. Es la única manera en la que podrán ser llenos con toda la plenitud y poder de Dios. Como individuos aislados, no podemos alcanzar el nivel de madurez que Dios ha diseñado para nosotros. Sólo ocurre cuando vivimos en una comunidad amorosa y redentora donde celebramos las muchas facetas del evangelio. Cuando vemos más adelante en Efesios 4, vemos que Pablo sigue su oración con todo tipo de instrucciones prácticas sobre cómo buscar y preservar la unidad de esta comunidad. Nuestra transformación personal debe buscarse dentro de la familia de Dios. El evangelio no sólo es percibido y experimentado más claramente dentro de la comunidad, sino es la base de la comunidad.
Si como vemos en Efesios 4:4-6, Dios mismo vive en comunidad, ¿Esperaríamos que el deseara algo diferente de nosotros? Si su plan redentor causó que entrara a nuestro mundo y se acercara a nosotros, ¿sería una sorpresa que él quiera que sus hijos hagan lo mismo el uno hacia el otro (4:13)? Las cosas que hacemos para gozar compañerismo profundo con Dios y con los demás son las mismas cosas que nos hacen menos egocéntricos y más semejantes a Cristo. Este es el cambio que Dios quiere producir en nosotros.
En la iglesia que pastoreé, los individuos y las familias siempre profundizaban en su conciencia de la gracia de Cristo cuando la experimentaban a través de la comunidad de creyentes.
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Recuerdo a una familia que estaba batallando espiritualmente. Pasaron por un tiempo de sufrimiento que hicieron que vinieran a ayudarlos una docena o más de hermanos o hermanas. También estaban conscientes que la iglesia estaba orando por ellos de manera regular. A medida que esta familia recibió consuelo de individuos, familias y la congregación entera a través de su prueba, su fe fue fortalecida. Su presencia los domingos al culto dejó de ser rutinaria y creció su participación. En otro tiempo hasta me llegué a preguntar si aguantarían todo el culto sin aburrirse. Pero después de su experiencia de comunidad, estaba mucho más conectados cuando cantábamos, los testimonios se compartían y se celebraba la Cena del Señor. Inclusive comenzaron a recordar los sermones.
Más adelante, les pregunté qué había marcado la diferencia. Sin dudar, me describieron cómo habían visto la gracia de Cristo en aquellos que los habían ayudado. Era una combinación de ver el evangelio practicado y las relaciones personales que se habían formado. En varias ocasiones, sus amigos habían compartido historias de cómo Dios los había fortalecido en medio de la prueba. También oraron con la familia. Dios había causado que esta familia llegara a ser dependiente del cuerpo de Cristo, y a través de ello, habían llegado a entender, junto con sus hermanos y hermanas en Cristo, la profundidad y belleza del evangelio. Tales amistades son una de las maneras principales por las que Dios produce el crecimiento.
Dias 5.
PURIFICADOS COMO UNA FAMILIA
Hemos visto que Dios nos coloca en una comunidad redentora para cambiarnos a semejanza de Cristo. Entendemos el amor de Cristo más plenamente cuando lo vemos con otros creyentes. Otro componente del crecimiento cristiano consiste en decir “no” a lo que es dañino y “sí” a las cosas que producen vida y piedad. En esto, las amistades cristianas no sólo nos ayudan a ver algo (el amor de Dios); también nos ayudan a hacer algo (obedecer a Dios). Ambas son importantes y deben mantenerse juntas al pensar en la vida cristiana. Las amistades cristianas no simplemente nos ayudan a asolearnos bajo los rayos de la gracia de Dios; también nos ayudan a arremangar la camisa y buscar la santidad. En Tito 2:11-14, vemos la comunidad de fe como un lugar donde somos animados a buscar una vida que plazca a Dios:
En verdad, Dios ha manifestado a toda la humanidad su gracia, la cual trae salvación y nos enseña a rechazar la impiedad y las pasiones mundanas. Así podremos vivir en este mundo con justicia, piedad y dominio propio, mientras aguardamos la bendita esperanza, es decir, la gloriosa venida de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo. Él se entregó por nosotros para rescatarnos de toda maldad y purificar para sí un pueblo elegido, dedicado a hacer el bien.
Este es otro pasaje que aparenta primero presentar la gracia de Dios a los individuos, a quienes luego se les ordena usar esa gracia como una manera privada de “arreglar sus vidas”. Pero este pasaje al describir la meta final de la gracia de Dios dice que Jesús se entregó para purificar para sí un pueblo celoso de buenas obras (v.14). La meta suprema de la gracia de Dios es un cuerpo de creyentes activo, saludable y unificado, una verdadera familia libre del pecado y su esclavitud. La herencia preciosa de Dios es este pueblo purificado y celoso de buenas obras. Al igual que en Efesios, Tito 2 incluye instrucciones para vivir en comunidad. Necesitamos la ayuda los unos de los otros a medida que aprendemos a decir “sí” y “no” a las cosas correctas. Pablo llama a los creyentes a vivir de una manera que ayude a los otros a ser edificados y también a edificarse juntos. Debemos edificarnos mutuamente porque el divisionismo es algo terrible. Es dañino cuando la gente se pelea y siembra semillas de disensión, y Pablo nos advierte de ello. Pero el cuerpo de Cristo también debe ser edificado junto. Se deforma y se inhabilita cuando la gente nunca se integra totalmente ni participa. De manera similar, el apóstol Pedro, en 1 Pedro 2.4-5, 9-10, usa lenguaje del Antiguo Testamento para describir la naturaleza corporativa de nuestra santificación:
Cristo es la piedra viva, rechazada por los seres humanos pero escogida y preciosa ante Dios. Al acercarse a él, también ustedes son como piedras vivas, con las cuales se está edificando una casa espiritual. De este modo llegan a ser un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por medio de Jesucristo. Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios, para que proclamen las obras maravillosas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable. Ustedes antes ni siquiera eran pueblo, pero ahora son pueblo de Dios; antes no habían recibido misericordia, pero ahora ya la han recibido.
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Pedro se refiere a los individuos como “piedras vivas” que son edificadas para ser un edificio espiritual santo. Al igual que Tito, expresa un llamado corporativo a los individuos que han sido rescatados por Dios de un estilo de vida de esclavitud al pecado y la oscuridad.
La naturaleza corporativa de nuestro crecimiento en la gracia es subrayada en muchos lugares en la Escritura. En Romanos 12:1-8, 1 Corintios 12; Efesios 4:7-16, y 1 Pedro 4:10-11, Pablo y Pedro hablan de la diversidad de dones. 1 Corintios 12 es importante especialmente porque Pablo habla acerca de los muchos dones diferentes al usar la metáfora de un cuerpo físico. Cada creyente recibe dones de parte de Espíritu Santo para ser usados para la edificación (v.7). Debemos vivir partes únicas y vitales del cuerpo de Cristo, conectados para servir y ser servidos, por el resto del cuerpo (v.12-14). Ninguna parte debe pensar que es inútil, especialmente cuando se compara con otras partes más prominentes o “glamorosas” (v.15-27). Piensa en los dones que Dios te ha dado. ¿Cómo fueron dados con la intención de servir a otros miembros del Cuerpo al buscar honrar a Cristo? ¿Qué dones necesitas de parte de otros para ayudarte a hacer lo mismo? Cuando no pensamos de nuestros dones de una manera corporativa, los mismos dones que son dados para bendecir a una comunidad son usados para dividirla.
Recuerdo una situación en la que una iglesia se encontraba cerca de un parque de tráileres. Con el paso de los años, la iglesia había luchado con alcanzar a esta comunidad. En una reunión congregacional, el pastor animó a la congregación a renovar el compromiso de servir a la gente que vivía allá. Una persona se puso de pie y dijo que los esfuerzos pasados habían fallado porque la iglesia carecía de organización. Otra persona dijo que la iglesia había fallado debido a la falta de conocimiento de las necesidades de las personas. Aun otra más dijo que la iglesia carecía de un celo evangelístico. En cada caso, la persona que ofrecía la crítica tenía el don para hacer todo un éxito el esfuerzo. La persona que vio falta de organización tenía el don de administración. La persona que vio la falta de interés por las necesidades prácticas tenía el don de misericordia. Y la persona que pensó que la iglesia no tenía celo evangelístico tenía el don del evangelismo. Lo que debió haber sido un alcance exitoso fue interrumpido porque no habían estado usando sus dones, los mismos dones que tanto se necesitaban. En vez de eso, habían caído en críticas insanas de lo que los demás no estaban haciendo. Como un mes más tarde, estos tres individuos se reunieron y juntaron sus dones de evangelismo, misericordia y administración para apuntalar un ministerio exitoso hacia los residentes del parque de tráileres.
La lección es obvia: somos mejores cuando estamos juntos. Sin una combinación de dones que exprese la gracia de Cristo, esa misma gracia es amortajada por la ineptitud y el orgullo. Nuestros dones son para la edificación, no para nuestro engrandecimiento personal. Cuando no logramos ver esto, descubrimos que nuestros dones, de hecho, crean división dentro del Cuerpo de Cristo, en vez de unirnos. ¿Habrá lugares en el cuerpo de Cristo donde tus dones se necesitan? Una mejor pregunta es ¿Dónde se necesitan tus dones?
Una buena manera para determinar tus dones es preguntarte donde ves debilidades en el cuerpo. Es muy probable que veas estas debilidades porque estás viendo a la iglesia con los lentes de tus dones. Donde ves debilidades es probablemente el lugar donde Dios quiere que sirvas a tus hermanos y hermanas. ¿Has visto alguna vez lo que pasa en una iglesia cuando alguien muere en la familia? El pastor y otros buscan consolar a la familia con las promesas de la Escritura. Otras personas traen comida, cuidan a los niños, hacen llamadas telefónicas, limpian la casa, llevan a la familia a la funeraria y ayudan a hacer los arreglos. Otros proveen ayuda económica para cubrir gastos imprevistos. Algunos ayudan con los asuntos bancarios, de presupuesto y de aseguramiento. Otros simplemente vienen a llorar con los que lloran.
Este es el Cuerpo de Cristo usando sus dones para expresar corporativamente la gracia de Cristo. ¿Has experimentado el amor de Cristo de estas múltiples maneras? ¿No estarías de acuerdo en que el amor y el poder de Dios se revelan más cuando los dones son usados en concierto? ¿Acaso no provee más esperanza para el futuro, más ánimo para confiar en el Señor, más fortaleza para ser y cumplir el llamado de Dios? Todo se hace más poderoso cuando se combina con los ministerios del resto del cuerpo.
LOS SACRAMENTOS
Se puede decir mucho acerca de los sacramentos del bautismo y la Cena del Señor como medios de gracia en la vida cristiana. Son las maneras más tangibles en las que se muestran las cosas que hemos estado discutiendo. Estos recordatorios visibles encierran tanto la naturaleza individual como corporativa de la vida cristiana al mismo tiempo que colocan el evangelio en el centro.
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Piensa en el sacramento del bautismo. Cuando Pedro predica a la multitud de Hechos 2, ellos responden a este llamado a confiar en Cristo diciendo, “Hermanos, ¿Qué haremos?” Pedro responde, “Arrepiéntanse y sean bautizados”. Los llama al arrepentimiento individual y a la fe en Cristo al mismo tiempo que los llama a comprometerse con el Cuerpo de Cristo. Como vimos en el capítulo 2, el bautismo es un cuadro de regeneración y limpieza personal al mismo tiempo que es un llamado a entrar al Cuerpo de Cristo. Se centra en la gracia de Dios mientras simboliza la limpieza espiritual individual e identificación corporativa con la iglesia.
De la misma manera, la Cena del Señor es tanto individual como corporativa. ¿Acaso no es irónico que el individualismo y el egocentrismo son evidente en ambos lugares donde se pone la Cena del Señor ante nosotros? Cuando Jesús estaba guiando a sus discípulos en la Última Cena, Judas estaba preparando su traición y Pedro más adelante lo negaría. Santiago y Juan querían prominencia como sus seguidores. Cuando Pablo nos da las instrucciones respecto a la Cena del Señor en 1 Corintios 11, está respondiendo a incidentes en los que la gente no se estaba amando unos a otros.
La enseñanza de Pablo sobre la Santa Cena en 1 Corintios 10 y 11 también enfatiza sus dimensiones individuales y corporativas. En 11:28, exhorta a los creyentes a examinarse antes de participar. Cada uno debe examinarse a sí mismo antes de comer el pan o beber la copa. Este es un llamado al arrepentimiento personal y la fe. En 10:27 el dice que hay un solo pan, nosotros siendo muchos somos un solo cuerpo porque todos participamos del mismo pan. Este es lado corporativo.
Los sacramentos y nuestra participación de ellos sirven como recordatorios de que la vida cristiana es tanto individual como corporativa. Uno sin lo otro no es suficiente. No se trata de escoger entre ambos. Aunque no se nos da la opción de separarlos, a menudo lo hacemos. ¿Cuál es el punto principal de todo esto que hemos dicho? La obra de cambio que Dios hace coloca a las relaciones en el centro. Son medios necesarios y una meta maravillosa.
Una comunidad humilde no es el merengue del pastel de la vida cristiana. En verdad es el pastel. Las relaciones de amor son medios para el crecimiento personal, una señal del pueblo de Dios siendo purificado y un claro argumento para el mundo de la verdad del evangelio.
Cuando buscamos el crecimiento espiritual individual a través de relaciones redentoras, tenemos una combinación poderosa que embellece a la esposa de Cristo en tanto se prepara para reunirse con su esposo. Al continuar discutiendo los detalles específicos del cambio en los siguientes capítulos, recuerda el énfasis relacional que la Biblia establece como prioridad. Es un recordatorio de en dónde necesitamos crecer y cuánto necesitamos la gracia de Dios para ver que ocurra. No debemos sacar el proceso del cambio del contexto en el cual Dios lo colocó. ¡Crecemos juntos!
