La predicación y la consejería Bíblica

El surgimiento de la psicoterapia y el derrumbe de la consejería bíblica en la iglesia tienen su paralelo en la declinación de la predicación bíblica. La epidemia de la psicología comenzó a infectar los púlpitos evangélicos hace varios años y sus efectos sobre la predicación han sido desastrosos.

Los sermones en muchas iglesias no contienen exposición de las Escrituras en lo más mínimo. El contenido bíblico ha sido reemplazado por ilustraciones, historias, alegorías y discursos psicológicos. Temas tales como relaciones humanas, depresión y conducta son tratados con una perspectiva psicológica más que bíblica. Nociones de la psicología como el amor propio y la autoestima han desplazado de los púlpitos los conceptos de arrepentimiento y pecaminosidad de la humanidad.

Algunos predicadores parecen mirar a la psicología con un respeto cercano a la reverencia. Las autoridades que citan no son Escrituras sino eminentes psicólogos y expertos en conducta. La psicología ha tendido un cerco en el púlpito y la predicación bíblica está en seria declinación.

Esto ha desatado una cadena de acontecimientos que sólo perpetúan los problemas que llevan a la gente a la terapia. Por fallar en la provisión de respuestas bíblicas a los problemas de la gente, muchos predicadores están dando la impresión de que las Escrituras nada tienen que ofrecerles para las situaciones que los perturban. Luego, al ofrecerles la psicología como sustituto, han esparcido el concepto erróneo de que las respuestas de la psicología son más confiables, de más ayuda y más sofisticadas que el «mero» consejo bíblico.

La respuesta a tal pensamiento es un renovado énfasis en la suficiencia de las Escrituras, comenzando en el púlpito. Las Escrituras ofrecen ayuda suficiente aun para las más profundas necesidades del corazón. Cuando el predicador confía en esta verdad, el ministerio de consejería inevitablemente reflejará la misma fe en el valor de las Escrituras. Y cuando la Palabra de Dios es predicada con convicción, comienza a enderezar los mismos problemas por los cuales la gente busca consejo. La Palabra de Dios siempre cumple sus propósitos: «Así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié» (Is 55.11). «Porque la Palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón»(He 4.12).

NUESTRA SUFICIENCIA PROVIENE DE DIOS

Siendo que las Escrituras declaran ser recurso suficiente para satisfacer las necesidades emocionales y espirituales, creo que quienes afirman lo contrario están en un grave error. Puesto que la Palabra de Dios enseña que todos los creyentes poseen amplios recursos para una genuina victoria, ¿no debería ser patente que la psicología moderna no puede ofrecer los beneficios espirituales que falten en la iglesia?

Segunda Corintios 3.5 resume lo tocante a nuestra suficiencia espiritual: «No que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios» (énfasis agregado). La versión bíblica King James declara: «Nuestra suficiencia es de Dios».

Luego, en la misma epístola, extendiéndose sobre la misma gran verdad, Pablo escribe: «Poderoso es Dios para hacer que en vosotros abunde toda gracia, a fin de que, teniendo en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra» (2 Co 9.8). Los «todas» y «todos» de este versículo subrayan su clara comprensibilidad. En otras palabras, nada hay en lo cual no seamos suficientes mediante la provisión de la gracia divina. Si Dios ha de ser glorificado a través de nosotros, Él proveerá los recursos necesarios.

Y Él lo hace. Pedro escribió: «Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia» (2 P 1.3, énfasis agregado).

Las Escrituras nos advierten con claridad que no miremos más allá de los recursos que Dios ha provisto tan abundantemente. Pablo advirtió a los colosenses: «Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo. Porque en Él habita corporalmente toda la plenitud de la deidad, y vosotros estáis completos en Él» (Col 2.8-10). En otra epístola, agrega: «El que no escatimó ni a su propio Hijo, ¿cómo no nos dará también con Él todas las cosas?» (Ro 8.32). ¿Qué más necesita el creyente? Ciertamente no la filosofía hueca y decepcionante de un destituido sistema de conductismo.

Los recursos que pertenecen a todo creyente incluyen muchos ricos beneficios espirituales: los frutos del Espíritu, la comunión de los hermanos, una esperanza segura y la vida abundante prometida por Jesús (Jn 10.10). Pero todas estas realidades nos son descritas y suplidas por la Palabra de Dios. Por tanto, la suficiencia de la Biblia misma, es el hecho sobresaliente al que todo predicador debe aferrarse vigorosamente.

LA PALABRA DE DIOS ES VIVA Y PODEROSA

Jesús oró por sus discípulos «Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad» (Jn 17.17). Esta es una declaración tan clara y amplia como cualquier otra de las Escrituras en el sentido de que la santificación, en su sentido más cabal, es efectuada por la Palabra de Dios.

Pablo escribió que el Espíritu de Dios nos reveló la verdad de Dios no con palabras enseñadas por sabiduría humana sino con las que enseña el Espíritu (1 Co 2.13). Y porque tenemos la Palabra de Dios a través del Espíritu Santo, podemos juzgar, valorar y evaluar todas las cosas (v. 15). ¿Por qué? Porque mediante las Escrituras y el Espíritu, hemos recibido la mente de Cristo (v. 16).

En Marcos 12.24 Jesús afirmó que conocer las Escrituras es experimentar el poder de Dios. Como señalamos en nuestro subtitulo, la Palabra de Dios es viva y poderosa. Ella revela las partes más recónditas del alma: «y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón» (He 4.12). La Escritura penetra hasta los rincones más profundos del alma, de modo que todas las cosas: «Están desnudas y abiertas» (v. 13). En otras palabras, la Biblia puede hacer lo que no puede ninguna psicoterapia: Abrir el alma.

Juan añade: «Pero la unción que vosotros recibisteis de Él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en Él» (1 Jn 2.27). Esto en modo alguno significa que no necesitamos de pastores o maestros de la Biblia; Dios, en su gracia, los puso para edificación de la Iglesia (Ef 4.11-12). El apóstol Juan estaba refiriéndose a maestros de humana sabiduría. Quienes tenemos el Espíritu Santo morando en nosotros, tenemos la capacidad de comprender la verdad eterna (1 Co 2.15-16). Cuando se trata de verdades espirituales, no necesitamos instrucción humana.

LA LEY DEL SEÑOR ES PERFECTA

Ningún pasaje en todo el Antiguo Testamento trata de la suficiencia bíblica tan sucintamente como el Salmo 19. (El Salmo 119 cubre el tema en mayor profundidad, pero exponerlo en la extensión que lo trata, requeriría más espacio que el que permitirían los límites de este breve capítulo.) En el Salmo 19.7-14, tenemos una breve pero poderosa declaración de la absoluta suficiencia de la Palabra de Dios. A mi parecer, este pasaje es categórico en mostramos por qué la psicología es incompatible con la consejería bíblica.

El tema del salmo es la revelación de Dios. Los seis primeros versículos se ocupan de la revelación natural; es decir, Dios revelándose a sí mismo en la creación (descrita también en Romanos capítulo 1). Los versículos 7 al 9 describen la revelación especial o Dios revelado en su Palabra. Son estos versículos los que queremos considerar más cuidadosamente:

La ley de Jehová es perfecta, que convierte [restaura] el alma;

El testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo.

Los mandamientos de Jehová son rectos, que alegran el corazón.

El precepto de Jehová es puro, que alumbra los ojos.

El temor de Jehová es limpio, que permanece para siempre.

Los juicios de Jehová son verdad, todos justos.

Ante todo, necesitamos señalar la estructura del pasaje.

  • Hay seis declaraciones. Cada una contiene tres elementos.
  • Hay seis títulos para las Escrituras. Son llamadas ley y testimonio en v. 7, preceptos y

mandamientos en el versículo 8, temor y juicios en el versículo 9. Repetimos que todos estos son títulos para las Escrituras.

  • Hay seis características de las Escrituras; nuevamente dos en cada versículo: Es perfecta y fiel;

es recta y pura y es limpia y verdad.

  • Hay seis beneficios de las Escrituras: convierte el alma, hace sabio al sencillo, alegra el

corazón alumbra los ojos, permanece para siempre y es toda justa.

• JEHOVÁ, el nombre del pacto, aparece seis veces. De esta manera, en seis declaraciones tocantes a la Palabra de Dios, otras tantas veces somos recordados que la fuente de revelación especial proviene de Dios.

Estos versículos muestran la amplitud absoluta de la suficiencia bíblica; son los propios testigos de Dios y testifican la capacidad de su Palabra para todas las necesidades espirituales. Al fijar nuestra atención en estas seis declaraciones, podemos notar cuán terminantes son las afirmaciones de Dios acerca de la absoluta suficiencia de su Palabra para satisfacer toda necesidad espiritual.

La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma. El primer título de las Escrituras en estos versículos es «ley» o torah, una palabra bíblica favorita para referirse a las Escrituras. Esta palabra identifica las Escrituras como instrucción divina. Se refiere al hecho de que las Escrituras es Dios enseñando verdad a la humanidad. Tiene en vista la instrucción divina relativa al credo, carácter y conducta. Presenta las Escrituras como un manual completo que exhibe la ley de Dios para nuestras vidas. En otras palabras, la Biblia es la ley del Señor para la vida humana y, como tal, es perfecta. Aquí el salmista coloca las Escrituras en contraste con la imperfecta y defectuosa instrucción y razonamiento humanos.

Una vez estuve toda una tarde estudiando la palabra hebrea traducida «perfecta» en mi diccionario y siguiéndola a través de todo el Antiguo Testamento, procurando percibir lo que quería significar. Luego de varias horas, arribé a la conclusión de que lo que esta palabra realmente significa es «perfecto». Habla de perfección en todo el sentido de la palabra; no meramente algo opuesto a lo imperfecto, sino también algo que es perfecto como opuesto a lo incompleto. La palabra puede también ser traducida con exactitud como «comprensivo». Esto habla de algo tan absolutamente completo que abarca todos los aspectos de un asunto. En otras palabras, la Palabra de Dios no adolece de faltas. Es sin defecto, completa, y enteramente suficiente.

La ley de JEHOVÁ —esta instrucción divina absolutamente completa—tiene la virtud de convertir, revivir, restaurar y refrescar el alma. Todas estas son traducciones aptas del verbo hebreo. «Alma» aquí es la palabra hebrea «nefesh», un sustantivo familiar a todo estudiante del Antiguo Testamento. «Nefesh» es traducido con, por lo menos, veintiuna palabras a lo largo del Antiguo Testamento: «vida», «persona», «yo», «corazón»son algunos ejemplos. Habla del ser interior.

Aquí tenemos entonces el sentido de esta primera declaración del salmista: La Escritura, que es instrucción divina, es tan completa que puede transformar totalmente el ser interior. Esta es una declaración monumental. La Escritura es absolutamente suficiente para la conversión, la transformación, la restauración, para dar nacimiento espiritual y crecimiento hasta la perfección. La declaración es dada sin equívocos y sin dejar lugar a enmiendas.

El testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo. La palabra «testimonio» en esta frase habla de las Escrituras como testigo divino. Es Dios atestiguando de sí mismo, el testimonio personal de Dios acerca de quién es Él. Y es «fiel»; significa que es libre de errores, confiable, firme y veraz. La Escritura es más cierta y segura que cualquier otra cosa. Provee un fundamento que no puede ser removido y sobre el cual alguien puede edificar su vida y confiar su destino eterno sin vacilar. Y esta palabra fiel, este testimonio fiel de Dios acerca de sí mismo, hace sabios a los simples.

La palabra hebrea traducida como «sencillo» en este versículo tiene una raíz que describe una puerta abierta. Los santos del Antiguo Testamento son vistos como personas de mente sencilla; como que tienen una puerta abierta en su intelecto. ¿Ha oído a alguien decir: «Soy una persona de mente abierta»? Un judío del Antiguo Testamento contestaría: «Ciérrela». En su manera de pensar, un simplón era alguien de mente literalmente abierta; es decir, alguien incapaz de mantener algo dentro o fuera de su mente. El mismo término es usado con frecuencia en Proverbios para identificar al ingenuo, al incapaz de discernir, carente de perspicacia y experiencia y tonto ignorante. De acuerdo con el salmista, pues, las Escrituras —fiel, veraz, digna de confianza e inamovible testimonio de Dios acerca de sí mismo— llegan a alguien que es un simple y lo hace sabio.

Note cuidadosamente que la sabiduría de que se habla aquí no es conocimiento intelectual de datos archivados en el cerebro. El concepto hebreo de sabiduría tiene más que ver con la forma en que vivimos. En el Antiguo Testamento, la sabiduría es definida como la habilidad de hacer elecciones o decisiones correctas en la vida diaria. Vivir sobre la tierra con un entendimiento celestial. La palabra sabio realmente significa «hábil en todos los aspectos de una vida santa». El más grande de los necios es el que conoce la verdad pero no vive de acuerdo con ella.

De este modo, este dúo de palabras significa que las Escrituras es tan segura, veraz, inamovible y confiable que toma al de mente simple, cándido, incapaz de discernir e ignorante y hace de él una persona hábil en todos los aspectos de un vivir piadoso. En esto está el poder santificador de la Palabra.

El precepto de Jehová es recto, que alegra el corazón—Esta tercera declaración acerca de las Escrituras habla de la Palabra de Dios como los principios divinos. Vale decir que la Palabra de Dios es un conjunto de pautas divinas para la vida. Y estos preceptos, dice el salmista, son rectos. La intención del vocablo hebreo aquí es que los preceptos de Dios señalan un sendero recto. No somos dejados a vagar en una niebla de opiniones humanas. Tenemos una Palabra verdadera que establece un camino verdadero que puede ser seguido. ¿Y cuál es la consecuencia de ello? «Alegría del corazón». La vida de gozo genuino viene como resultado de caminar de acuerdo a los principios divinos. Los que caminan en la senda del mundo, fuera de la Palabra, no encuentran gozo. Aquellos que caminan de acuerdo al camino delineado en las Escrituras hallan alegría, gozo completo y satisfactorio.

Por lo tanto, la frase nos dice que la Palabra de Dios establece principios de vida rectos que forman un camino seguro en el cual todos los que lo transitan encuentran plenitud de gozo. Ustedes pueden comenzar a apreciar como estas descripciones de la Biblia encajan, contestando cada necesidad del corazón humano.

El mandamiento del Señor es puro, que alumbra los ojos. La palabra «mandamiento» en esta frase presenta las Escrituras como el mandato divino. Vale decir, la Palabra de Dios tiene autoridad, es obligatoria y no opcional. La Biblia no es un libro de sugerencias de Dios; ella contiene divinos mandatos que no son negociables. Y estas demandas, dice el salmista, son «puras», queriendo decir «claras» simplemente. Los preceptos divinos son lúcidos, fáciles de ver y dan una dirección clara. El punto es que las Escrituras iluminan nuestros ojos en las cosas oscuras de la vida.

Los creyentes nuevos que han vivido muchos años en tinieblas entenderán la importancia de esta frase. Usted quizás habrá notado que dondequiera que haya creyentes nuevos hablando del cambio operado en sus vidas, frecuentemente destacan esta verdad. Cuando una persona nace de nuevo, muchas cosas que antes parecían oscuras ahora se ven con claridad. Esto es porque la Palabra de Dios ilumina los ojos del entendimiento. Las cosas confusas de la vida resultan comprensibles.

Así la Palabra de Dios es suficiente para la salvación, la transformación total del ser interior, la fuente de capacidad en todos los aspectos de una vida piadosa, la senda del gozo y el recurso para un claro entendimiento de las cosas.

El temor de Jehová es limpio, que permanece para siempre. El sustantivo utilizado aquí es temor pero, debido a su paralelismo, sabemos que se refiere a las Escrituras. ¿Por qué el salmista habla de las Escrituras como temor? Porque la Biblia es un manual sobre adoración. Ella enseña cómo temer a Dios, cómo reverenciarlo. Puesto que el hábito del alma es adorar, necesitamos instrucción acerca de a quién adorar y cómo hacerlo debidamente.

Como manual para la adoración, la Biblia es «limpia», libre de maldad, corrupción y errores. La palabra hebrea es tajor, que significa: «sin impurezas, contaminación, suciedad o imperfección». El salmista está diciendo que la Biblia no está manchada por el pecado. Un versículo paralelo es Salmo 12.6: «Las palabras de Jehová son palabras limpias, como plata refinada en horno de tierra, purificada siete veces». No hay impurezas en ella, es sagrada, santa, apartada de pecado.

El punto es que la Palabra de Dios nos conducirá a la pureza. Nunca hallaremos en las Escrituras una incorrecta representación de Dios, del hombre, de Satanás, de los ángeles ni los demonios. Nunca hallaremos en ella una declaración equivocada de lo que es correcto o erróneo. Todo en ella es absolutamente limpio y sin contaminación. Aquí hay un recurso perfecto para nosotros.

Notemos que «el temor del Señor» permanece para siempre; es permanente y eternamente relevante. No necesita ser actualizado ni corregido. No necesita ser pulido ni refinado. Cualquier persona que haya vivido en cualquier época de la historia, cultura o clima, hallará la Biblia absolutamente aplicable. Sus mismos principios básicos se aplican por igual a miríadas de diferentes personas y situaciones con el mismo efecto poderoso.

Los juicios de Jehová son verdad, todos justos. La palabra juicios ve a las Escrituras como veredictos divinos. Esta frase ve al Señor como el juez de toda la tierra y a las Escrituras como su pronunciamiento desde el estrado divino. Tales juicios, de acuerdo con el salmista, son verdaderos. En este simple adjetivo hay una riqueza de significado muy importante.

¿Cuálesiremos para hallar salvación? ¿Dónde iremos para hallar habilidad para vivir la vida diaria? ¿Cuálesiremos para hallar gozo desbordante a lo largo de todas las pruebas de la vida? ¿Dónde hallaremos la luz para todas las cosas oscuras de la vida? ¿Dónde hallaremos un recurso permanente e inmutable? ¿Cuáles hallaremos la verdad?

Hay una sola respuesta: la Palabra de Dios, la Biblia. En ningún otro lugar podemos hallar aquello que puede transformar totalmente la persona, hacerla sabia, traer gozo, iluminar los ojos, ser permanentemente relevante y producir absoluta justicia.

¿Tiene algo de extraño que el versículo exprese lo que dice? «Deseables son más que el oro, y más que mucho oro afinado; y dulces más que miel y que la que destila del panal». ¿Hay algo tan dulce? ¿Hay algo más precioso? «Tu siervo es además amonestado con ellos; en guardarlos hay grande galardón. ¿Quién podrá entender sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos, preserva también a tu siervo de las soberbias; que no se enseñoreen de mí; entonces seré íntegro y estaré limpio de gran rebelión»(w. 11-13).

Aquí el salmista resume lo que el Señor nos dice acerca de su Palabra: La Escritura es nuestra mayor posesión; más preciosa que el oro más fino. Ella es el mayor placer; más dulce que la miel. Es la mayor protección; nos preserva del error. Nos ofrece la mayor promesa: Una eterna recompensa. Es la mayor purificadora: Nos guarda del pecado. Y así, la respuesta del salmista en el versículo 14, es predecible: «Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, oh Jehová, roca mía y redentor mío».

El salmista parece pensar en Josué 1.8: «Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino y todo te saldrá bien». ¿Qué clase de meditación y de palabras son aceptables? De acuerdo con Josué 1.8, es las Escrituras. Es el único recurso, todo suficiente, que garantiza éxito a la persona cuya mente se detiene y medita en sus inmensas riquezas. El Salmo 1.1-3 es eco del mismo pensamiento: «Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado; sino que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche. Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace prospe.

PREDICAR LA PALABRA

Estos pasajes descartan la posibilidad de que el pueblo de Dios pueda hallar verdad espiritual esencial en ninguna fuente, fuera de la Palabra de Dios.

Segunda Timoteo 3.16-17 establece la cuestión de la suficiencia bíblica para el creyente. Estos versículos son tenidos, con frecuencia, como una afirmación de la inspiración y en verdad lo son. Pero notemos cuán clara y definitivamente afirman también la suficiencia de las Escrituras: «Toda las Escrituras es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra» (énfasis agregado).

La tarea del predicador es proclamar la toda suficiencia de la Palabra de Dios y nada más. Pablo escribió a Timoteo:

Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación yen su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que, teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas (2 Ti 4.1-4).

Notemos que Pablo reconoce que Biblia no sería siempre popular. Claramente concede que vendrían tiempos cuando la gente se apartaría de ella para tener sus oídos halagados (o «satisfechas sus necesidades») por predicadores dispuestos a suplir sus deseos egoístas ofreciendo un mensaje alternativo en lugar de la verdad bíblica. Pero Pablo recuerda a Timoteo que la Palabra de Dios es la única guía confiable para enseñar, redargüir, reprender o exhortar a la gente de acuerdo con la voluntad de Dios. Pero sobre todo, este es el único mensaje legítimo para cualquier predicador llamado por Dios. Por tanto, solemnemente encarga a Timoteo que persevere en la predicación de la Palabra.

Estoy convencido de que la predicación de la Palabra es el fundamento sobre el cual debe construirse un ministerio efectivo de consejería. Aun el más vigoroso ministerio de consejería bíblica será minado si la predicación que lo acompaña es débil y ambigua. En cambio, una predicación clara y poderosa frecuentemente tiene éxito en tocar corazones que han resistido a la más sabia consejería.

En contraste, la predicación carente de un claro mensaje bíblico puede tener muy poco o nada de efecto positivo. Los predicadores que llenan sus sermones con psicología y minimizan el contenido bíblico hallarán que buena parte de su gente está batallando con problemas emocionales y espirituales crónicos y buscando desesperadamente respuestas en lugares equivocados. Este es precisamente el estado de cosas en muchas iglesias evangélicas de hoy.

Es mi convicción de que la crisis y la controversia en la consejería en la iglesia de hoy, pronto serán desterradas si los predicadores obedecen esta simple directiva de Pablo: «Que prediques la Palabra». Ellos deben señalar a sus oyentes el único recurso de verdadera ayuda para sus problemas espirituales. La confianza de Pablo en la suficiencia de las Escrituras debe ser restaurada. La Palabra de Dios debe ser desatada para que cumpla los propósitos para los cuales Él la dio. Y la iglesia completa sería revolucionada.

Por John MacArthur tomado del libro la consejeria biblica.

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